No estoy de acuerdo con los balances lastimosos,
descreo firmemente de las teorías pesimistas,
esas que sostienen que todo tiempo pasado fue mejor,
a la vez que celebran que el año que se va,
fue una mierda de año.
Cierto animo neurótico,
cierta necesidad de creer que merecimos más,
que tuvimos un año lleno de miserias en infortunios,
no obedece mas que a la cotidiana tarea de victimizarnos.
Ni el año que se va fue tan malo,
ni hay que esperar que el año que viene sea un festival.
Creo que esos balances son sesgados y arbitrarios,
porque es cierto que el calendario nos empuja a evaluar,
a recortar momentos,
a seleccionar imágenes,
y casi siempre a desear que el año que viene sea mejor que el que paso.
Y no esta mal ese ejercicio,
ese optimismo a trescientos sesenta y cinco días.
Pero un año es solo una construcción,
una forma de recortar la vida en frascos anuales.
Porque el balance puede hacerse por una semana, por un año o
por setecientos cuarenta y cinco días,
pues la vida en todo caso es un continuo longitudinal,
y no un azaroso corte trasversal.
Por eso no coincido con la absurda idea de que la felicidad es un habito,
de que la tristeza no merece lugar en el almanaque,
que el dolor debe ser ignorado,
el desencuentro postergado,
o la vida una moraleja.
No hay año,
que algo no duela,
que un rostro nuevo nos multiplique,
que un abrazo llegue puntualmente,
que una perdida sea irreversible,
que una sonrisa nos detenga,
que no equivoquemos el camino,
que debamos pedir perdón,
que nos perdamos por un segundo del encuentro simétrico,
que no demos las gracias.
Entonces ante la violencia de los calendarios,
y el desagradecimiento a la hora del pan dulce
celebro otro año mas en la ruta,
esperando continuar en la búsqueda perpetua,
agradezco los días por la vida prestados,
los dolores ocasionados,
los pequeños gestos cotidianos,
los viejos rostros abrazados,
los que hace poco aprendí a abrazar,
y espero sin euforia desmedida,
pero con honesta alegría,
aquellos abrazos que
todavía ignoro,
y los que espero saber hospedar.
Les deseo entonces,
felices e infelices días viejos,
y felices e infelices los que vendrán!!
Emedeerre.