martes, 22 de abril de 2014

Luz

Soñó que abrazaba al mar 
y con él abrazaba sus olas,
se nutría de sus aguas,
y era dueño del mundo.

Soñó que el Sahara no estaba desierto,
que el oasis era cotidiano,
que la arena era dulce
y que nunca más tendría sed.

Soñó que abrazaba al viento,
que lo arrastraba su fuerza,
que éste le hacia cosquillas,
y que la distancia desaparecía

Soñó que abrazaba a un lobo,
que su aullido lo conmovía,
que juntos miraban al cielo
y que la luna descansaba en sus brazos.

Soñó que abrazaba al tiempo,
que éste se detenía,
que la alegría era constante,
y que el adiós no existía.

Soñó que abrazaba la luz,
 que ella le sonreía,
que sus ojos carecían de dudas
y el calor derretía sus miedos.

Cuando se despertó,
 todavía la abrazaba.









jueves, 3 de abril de 2014

Manifiesto

Ante los imperios cotidianos,
ante los manuales de instrucciones,
ante las farmacéuticas de la felicidad
vengo a compartir aquí mi derecho a réplica.

Cansado de fingir en la oficina,
y de maquillar de solemnidad  mi rostro,
vengo a proponer ahora mi deseo de la risa sin motivo,
del llanto porque sí,
de la morosidad de razones,
de la equivocación perpetua.

Contra los dictadores de la moral y las buenas costumbres
manifiesto mis ganas de las manos en los bolsillos,
de extrañar más allá de los domingos,
de tropezar mil veces con la misma piedra,
de sonreír en los velorios.

En la era del goce constante,
y la fiesta permanente,
reivindico mi afición a la duda,
a decir que no,
a que duela lo que duela, 
a la mudanza de ideas,
a sentirme incapaz.  

Frente a los sepultureros de emociones,
y los traficantes de pastillas,
sostengo la bandera de la tristeza honesta,
de la carcajada impuntual,
del beso en los hospitales,
de los celos en los bares,
del abrazo a los desconocidos,
a perder el equilibrio. 

A los mercenarios de la salud,
y los medidores de existencias, 
propongo el derecho a los dientes torcidos,
a la panza polimorfa,
al miedo a las agujas,
a la aversión a las dietas, 
al vino con soda
y al té con miel.

Ante los alguaciles de la producción 
y titiriteros del orden,
defiendo el ejercicio del ocio,
la compulsión a los libros, 
la siesta sin relojes,
los días llenos de bostezos,
a llegar siempre tarde. 

Y a quienes comercian angustias,
e imponen felicidad,
les impongo el derecho a la frustración,
a la hipocondría de certezas,
a la ignorancia emocional,
  a enamorarse con muletas,
a vivir una profunda,
nómade
e incompleta existencia. 

Emedeerre.