"Todo es multiplicidad y desencuentro"
Carlos Skliar
Acaso el abrazo sea la unidad mínima del encuentro.
La posibilidad más concreta de salirse por un instante de uno mismo.
Porque en el abrazo la palabra renuncia a su destino
y el cuerpo simplifica el mensaje.
Si, tal vez no haya nada más ajeno que el abrazo,
la posibilidad de estrechar momentáneamente el
desencuentro cotidiano.
La reducción más íntima del imposible
del otro.
Porque hasta en un abrazo hay contradicción,
y nunca podremos habitar ese misterio por más fuerte que lo abracemos,
por mucho que dilatemos ese momento,
por mucho que dilatemos ese momento,
y sin embargo una pequeña certeza habita en ese acto,
como si la soledad muriera de pena mientras
los brazos permanecen cruzados en esa espalda extranjera.
Por eso la memoria no descansa en el beso,
ni en el sexo, ni en la lengua,
ni en el sexo, ni en la lengua,
por eso el recuerdo no se demora en la palabra,
no se detiene en la cama, ni permanece en el llanto,
es el abrazo siempre el que vuelve,
es el abrazo ausente el que retorna obstinado.
Y aunque la distancia persista,
y confluir sea improbable,
tal vez sea necesario seguirnos abrazando,
no para encontrar,
no para entender,
no para llegar,
si no acaso para resistir,
un abrazo escudo,
un abrazo ventana,
un abrazo puente,
un abrazo que nos regale un breve resto del otro,
y nos devuelva a un encuentro casi posible.
Y aunque la distancia persista,
y confluir sea improbable,
tal vez sea necesario seguirnos abrazando,
no para encontrar,
no para entender,
no para llegar,
si no acaso para resistir,
un abrazo escudo,
un abrazo ventana,
un abrazo puente,
un abrazo que nos regale un breve resto del otro,
y nos devuelva a un encuentro casi posible.