jueves, 9 de noviembre de 2017

Los Normales

Soy una mujer normal. Lo repite cuatro veces. Soy una persona normal con determinados códigos de estética visual y de estética moral. Insiste. Y ahí está obscenamente todo dicho. Ahí está pornográficamente todo dicho.
No es un audio gracioso ni un audio simplemente discriminador. Es un audio que habla desde una normalidad que se cree totalidad. Una normalidad blanca, clasista, católica y heteronormativa. Una normalidad que se cree centro y expulsa afuera todo lo que no coincide consigo misma. Una normalidad donde lo otro, lo “diferente” sólo puede ser parte de la totalidad como parte de la periferia. Como medio de uso para satisfacer sus vidas normales.
Hace tiempo vengo sosteniendo en diferentes conversaciones con amigos y colegas que el problema actual no es sólo político/económico, sino profundamente ético. Porque en el fondo de ese audio se esconde una moralidad que impregna no sólo a nuestros dirigentes políticos actuales, (la cirujana se ufana de ser amiga del ministro Dujovne) sino que es parte de la moral de muchos de nuestros vínculos cotidianos.
Una moralidad que se impone como norma, y desde allí ejerce su poder. Una moralidad que impone la idea de “lo bueno” como idéntica a si misma. Es decir, nosotros los normales somos lo bueno. Todo lo que se aleje y se diferencie de esa mismidad, será por un ejercicio dialéctico, “Lo malo”, "Lo feo". Serán las “Bestias” como dice la cirujana de Palermo chico.
Es lo que Lévinas llama figuras de la alteridad negada. Tratar “lo otro”, al “Otro” diferente a “Lo mismo”, como la figura de lo Anormal. De allí que para la cirujana, (dato no menor su oficio, ya que el discurso medico suele ser el discurso normalizador por excelencia), las bestias que se acercan con mate, reposeras, y perros a su pileta de country privado, son un problema estético y moral.
No es por lo que ella pagó. Pagó por mantenerse alejada del territorio de lo anormal. Porque ya sabemos, lo privado es el espacio de la norma, y lo público la geografía de lo bestial.
Pero el problema no es la cirujana,claro esta. Ella es en todo caso la portavoz de una polifonía de voces que habitan nuestra cotidianidad. La voz de la normalidad de turno.
Este es, creo yo, uno de los problemas profundos que afecta nuestra época. No hay nada nuevo en la mediática idea de “grieta” que quieren instalar.
En el fondo siempre se trato del mismo problema ético. Del lugar que ocupa el otro en nuestra mismidad. De cómo relacionarnos con el Otro. Si quizás hoy este odio se hace más evidente ya que esta moralidad que permaneció latente ya no duda en hacerse manifiesta. Porque hoy lo privado ocupa el poder que en lo profundo de nuestra sociedad civil nunca dejo de ocupar. (Vale recordar que la mayoría de los ministros y funcionarios actuales vienen de lo privado, los famosos “Ceos”).
Por eso en todo caso “la grieta” se configura entre quienes históricamente expulsan, esconden, ridiculizan -cuando no exterminan- a todo lo Otro, a todo lo que no coincide con su idea de norma, (esa norma que concentra poder y vive encerrada entre rejas, alarmas y countrys) y aquellos que, como enseña Dussel, creemos que todo empieza siempre a partir del otro. Que no hay novedad posible si no es a partir del ejercicio de alteridad que implica reconocer a los otros como punto de partida de toda relación humana.
Ese Otro con el que cada vez tengo más ganas de conversar. Sentados en reposeras, con las patas en el agua mientras acariciamos a un perro. Y de vez en cuando, entre mate y mate, sonreírle a todas esas otredades como la de la cirujana, esas que miran desde lejos, con profundo dolor estético y moral, encerradas en su cárcel de normalidad.