lunes, 22 de junio de 2020

Procrastinacíon

Quizás sea una limitación de carácter,
una pereza congénita,
una forma de postergarlo todo
hasta que duela.

Como cuando tengo los pies helados,
las manos me duelen,
la nariz se resquebraja,
y reconozco el frió que ganó mi cuerpo,
entonces recién ahí me abrigo.

O las veces que insisto en tediosas lecturas,
películas insípidas,
y no es hasta que siento las ojeras
morderme la vista,
que apago la luz y duermo.

Probablemente esta procrastinación permanente,
esta impuntualidad con mi deseo,
obedezca a mi pobreza emocional,
a un miedo latente a ser cuidado.

Y sé lo peligroso
que puede ser confundir
necesidad con deseo,
pero cuando dijiste lo que dijiste,
y me miraste esperando una respuesta,
solo atiné a hacer silencio.
No por pereza,
ni desidia,
ni falta de voluntad.
Es que entonces tenia miedo
de saber lo que sabía.

Y ahora que no tengo frío,
ni sueño,
te nombro con todo el cuerpo,
y pronuncio las palabras que esperabas,
ahí, donde ya no estás.