Me enojaba tu obstinado silencio,
tu distancia preventiva
cada vez que decía que te necesitaba.
Había algo en mí que desesperaba
cuando sonreías tímidamente,
o pronunciabas cualquier otra palabra
excepto: yo también.
Una de las últimas veces que nos vimos
-antes que te cansaras de mis repeticiones-
dijiste que había una sutil diferencia
entre necesitar y echar de menos.
No sé dónde andarás ahora,
pero me gustaría decirte
que me llevo tiempo entender
que el amor es una potencia y no una falta,
que agoniza cuando nace de la necesidad
y se multiplica cuando lo habita el deseo.