domingo, 27 de junio de 2021

Kairós

Me preguntaste si había forma de recuperar 

los abrazos que no nos dimos.

Todo eso que perdimos bajo esta nube negra. 

Qué haríamos con toda esa potencia contenida puertas adentro,

con este presente suspendido en la esperanza de futuro que se demora. 


Como siempre, no supe que decirte.

Es que cuando te escucho suelo estar embobado,

como si todo lo que pudiera responderte fuera un balbuceo estéril. 

Me pasa desde chico con las personas que admiro.

Entonces hago silencio y espero. 

Algunos confundieron con inteligencia 

a esa forma de la vergüenza.  


Ahora que pasaron unos días,

ahora que puedo masticar tu pregunta que vuelve una y otra vez, 

me atrevo a decirte que no.

No podemos recuperarlos. 

No, si creemos en eso de la irreversibilidad del tiempo. 


Pero acaso tengamos una coartada. 

Una pequeña ventana para escaparnos 

de una vez por todas de Cronos. 

De esa carcelaria temporalidad que solo se mide

de manera lineal, continua, unívoca, hacia adelante.  

Esa que vacía el presente de sentido

hasta hacerlo desaparecer en nombre de lo que ayer fue,

o de lo que mañana vendrá.   


Quiero decir, 

quizás cuando la nube negra desaparezca, 

finalmente sea el tiempo del Kairós.

Entonces dejaremos de darnos por supuesto,

y nos detendremos en cada cesura,

en cada paréntesis, 

en la excepción de cada encuentro.   


Y todo abrazo será siempre un estreno,

y lo será cada vino,

cada mirada, 

cada conversación,  

y nos sumergiremos en el otro

como niños que juegan juntos por primera vez.