La resonancia refleja
que conozco perfectamente la tabla del siete,
y que he aprendido en
algún momento que Virgilio era un poeta antiguo.
En el lóbulo frontal
aparece el recuerdo de mi primer viaje a Necochea
y los sanguchitos de
jamón y queso de mamá.
Al parecer me quedo
grabado que la suma
de los catetos al
cuadrado es igual al cuadrado de la hipotenusa
en el hemisferio
derecho.
La resonancia no da
señales del día que me conmovió su espalda.
Tibiamente se divisa
entre el lóbulo Occipital y el Parietal las obras completas de Cortázar.
En la zona callosa se
alojarían las capitales de todos los países latinoamericanos
y las calles del
barrio de mi infancia.
También se registra el
fuerte olor a cloro de mi pelopincho en la calle los Pinos.
Ningún síntoma que
explique porque extraño esa sonrisa
En el lóbulo temporal
se observa con claridad un penal que pegue en el palo, el primer gol que grite
con mi viejo y el nombre completo de mi maestra de primer grado.
Ademas, se divisan
algunos números telefónicos ya obsoletos y restos de tristeza cuando mi mejor
amigo se fue a vivir a Buenos Aires. .
Al parecer no hay
relación alguna entre la sinapsis y sus lagrimas.
En el cerebelo se
observan suaves restos de un helado de dulce de leche que me invito mi
madrina
y el ruido que hacia el
nebulizador de mi abuela.
No se presentan restos
de rencor a mi primer novia
y si una clara zona sembrada por simpatía a los
gatos.
Nada dice de porque
tiemblo cuando la nombran.
El Doctor me dijo que
es una buena resonancia,
que abundo en recuerdos de la infancia,
en cálculos
matemáticos, nombres de ríos,
conocimientos inocuos, y en palabras
insignificantes.
No supo explicarme
porque me enamoro para siempre,
me empecino en amores
imposibles,
y me desarma una
sonrisa.
Me dijo que vaya al
Psicólogo,
que yo no tengo nada.
No me escuchó cuando
le susurre
el nombre de mi migraña.
Emedeerre,
Bellisimo! y Laura está???
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