domingo, 21 de octubre de 2012

Resonancia

La resonancia refleja que conozco perfectamente la tabla del siete,
y que he aprendido en algún momento que Virgilio era un poeta antiguo.
En el lóbulo frontal aparece el recuerdo de mi primer viaje a Necochea
y los sanguchitos de jamón y queso de mamá.
Al parecer me quedo grabado que la suma
de los catetos al cuadrado es igual al cuadrado de la hipotenusa
en el hemisferio derecho.
La resonancia no da señales del día que me conmovió su espalda.

Tibiamente se divisa entre el lóbulo Occipital y el Parietal las obras completas de Cortázar.
En la zona callosa se alojarían las capitales de todos los países latinoamericanos
y las calles del barrio de mi infancia. 
También se registra el fuerte olor a cloro de mi pelopincho en la calle los Pinos. 
Ningún síntoma que explique porque extraño esa sonrisa

En el lóbulo temporal se observa con claridad un penal que pegue en el palo, el primer gol que grite con mi viejo y el nombre completo de mi maestra de primer grado. 
Ademas, se divisan algunos números telefónicos ya obsoletos y restos de tristeza cuando mi mejor amigo se fue a vivir a Buenos Aires. .
Al parecer no hay relación alguna entre la sinapsis y sus lagrimas.

En el cerebelo se observan suaves restos de un helado de dulce de leche que me invito mi madrina
  y el ruido que hacia el nebulizador de mi abuela.
No se presentan restos de rencor a mi primer novia
 y si una clara zona sembrada por simpatía a los gatos.
Nada dice de porque tiemblo cuando la nombran.

El Doctor me dijo que es una buena resonancia, 
que abundo en recuerdos de la infancia, 
en cálculos matemáticos, nombres de ríos, 
conocimientos inocuos, y en palabras insignificantes.

No supo explicarme porque me enamoro para siempre,
me empecino en amores imposibles,
y me desarma una sonrisa.

Me dijo que vaya al Psicólogo,
que yo no tengo nada.
No me escuchó cuando le susurre
 el nombre de mi migraña.


Emedeerre,

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