jueves, 31 de octubre de 2013

Cruces

He comenzado a sospechar de la idea de completud.
Nada que sea completo, ningún sistema cerrado
puede garantizar un amor que se pretenda sano.
Quiero decir, festejo el amor que multiplica,
el amor que abre,
el amor que se soporta incompleto.

Pues la máxima expresión de libertad
será siempre la apertura constante hacia los otros.
Por eso dudo y me resisto a la idea de
la media naranja, 
del caminar juntos,
de los futuros simétricos.
.
 A quienes caminan a nuestro lado,
no podremos verles los ojos.
Por eso deseo gente que me cruce,
que me demore,
que me interpele,
y desvié mi trayecto.
Porque en esa detención,
en ese encuentro,
me habré ramificado,
habré nacido un poco más,
habrá brotado el otro en mí.

Procuro entonces,
gestos diagonales y perpendiculares,
renunciando así a destinos paralelos.
Porque cuando un rostro me conmueve,
no lo pretendo a mi lado,
quiero detenerme en él,
demorarme en cada uno de sus gestos,
en su sencilla lentitud,
y acaso sólo después continuar,
continuar sabiéndome alojado en ese rostro extranjero.  

Porque el amor, 
 acaso no ha de ser simétrico,
tal vez ni siquiera deba ser recíproco,
el amor quizá sea una cruz,
no de las que se cargan en la espalda,
ni de las que echan culpas,
sino de las que multiplican,
las que potencian,
las que empujan
y rompen mismidad.

Porque acaso el camino es símplemente
un laberinto de otredades,
una permanente diagonal entre ajenos rostros,
Quiero decir,
tal vez al final del camino
 sólo seamos un territorio habitado por los otros.

Emedeerre.






jueves, 3 de octubre de 2013

Puentes

"Salud mental es estar acompañados" 
Frente Creativo Artepidol

No hay quien pueda asumirse autosuficiente.
Ni un gesto que se autorealice.
Ni una mirada que sea autónoma.
Por eso la persistencia de los espejos.

El individuo no existe.
No hay nada dentro nuestro que no esté dividido en infinitos otros, 
nada que no sea más que múltiples otredades
que nos sostienen o nos ignoran.
Pues no habrá nunca propiedad privada del yo.

Quizás la virtud consista entonces,
en asumir esta imperiosa necesidad de alteridad.
Saberse carentes desde el principio,
burlando así,
la obsoleta idea de lo individual.
Porque nunca podremos bastarnos solos,
porque nunca podremos escribir sin otros ojos que nos lean,
porque hasta el suspiro más íntimo de una noche cualquiera,
está inspirado en un rostro ajeno.
Porque no hay soledad que no cale hasta los huesos.

Entonces, me resisto a la falaz maquinaria que todo lo segrega.
¿Quién pretende el absurdo de auto-realizarse?
Si apenas acaso, podemos alter-realizarnos. 
Nadie se autoayuda cuando lee un libro ajeno, 
y carecemos de autonomía alguna
 desde el momento en que la mirada materna nos encuentra. 

Un árbol muere cuando no tiene a quien brindar su sombra.
El viento silva solamente cuando hay quien se le resista
y el tiempo seguirá persistiendo mientras tengamos con quien habitarlo.
Pues nada genuino se sostiene unilateralmente.

Por eso la obsesiva necesidad de espejos,
el perpetuo ejercicio de alojarnos en el otro,
la búsqueda constante de gestos recíprocos.
Por eso todo es y será siempre,
 una imperiosa necesidad de puentes hacía los otros.

Emedeerre.