martes, 26 de noviembre de 2013

Los niños

Los niños no sabían, claro que no sabían
pero su honestidad era tan contundente,
que la idea de completud les quedaba chica.
Porque no había nada ahí que necesitara completarse,
porque el niño se multiplicaba cada vez que la niña
lo besaba, 
y la niña regalaba su inmensa sonrisa cada vez
que el niño le ofrecía sus brazos. 

Niños de cuerpos grandes, habitaban una adultez impuntual
invitándonos a todos a su kermes de caricias.
Bailando y riendo en un nudo de besos,
salpicando una absoluta alegría, 
demostrando sin voluntad alguna,
 que el tren pasa siempre más de una vez.

En un swing de bocas, lengua y saliva, 
los niños se deshacían a carcajadas, 
contagiando unas ganas azules de un durante perpetuo.

Y la sincronicidad de su alegría
hacia metástasis en el resto,
como si hubiesen estado esperándose desde siempre,
 el niño hombre, 
 hermano de viejas contradicciones,
me regalaba una certeza en tiempos de incertidumbre,
un puente que lo curaba, 
y me curaba,
y la niña mujer era sin saberlo, 
cómplice y medicina ante el
continuo desencuentro.

Y esta vez, ante la insistencia de la duda,
la potencia de los niños dejaba su moraleja,
 en su piñata de gestos,
en su mensaje erótico,
en su encuentro simétrico e infante,
el amor es una vez más sosiego, 
  el baile que posterga lo absurdo
 e insoportable de la muerte.

Emedeerre.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Nube

A veces tengo un miedo de que mis miedos te den miedo,
quiero decir,
 que mis dudas te llenen de dudas cuando me mirás así,
y quedás hecha una nube.  

Y cuando te veo así,
 me siento un idiota,
entonces se me acaban las excusas,
y me lleno de una absurda certidumbre.
Porque sabes que me mastico los labios de tantas ganas, ciruela,
 de tantas ganas de que dure.
Y me rió de mis miedos torpes,
me agobio por los tuyos,
 me burlo de tus dudas,
y me avergüenzo de las mías.

Porque es tan hermoso este instante en que somos infinitos,
es tan intenso desnudarnos fragilmente,
tan inverosímil como este temor nuestro,
tan constante como el estribillo de tu risa
 que suena en mi cabeza.

Y cuando te siento escapar,
 cuando temo que tu libertad me olvide,
y es mi cara la que se llena de nubes, 
volvés con tu abrazo de tortuga, 
con tus ganas de mis ganas,
con tus ojos de nuez moscada.

Y estamos tan cerca de estar cerca,
tan,
pero tan cerca, 
que cuando revuelvo en el cajón de mis miedos, 
vos los doblás como un par de medias rotas,
cerrando el cajón con llave,
 para venir corriendo torpemente, 
y darme de tus besos
 con la absoluta complicidad de los niños.

Emedeerre.










lunes, 4 de noviembre de 2013

El hijo del gallego.

"Siempre tuvo poco para dar, y lo dió" 
José Larralde

Así fue desde siempre, 
cada vez que decía mi nombre completo
que mostraba mi documento,
que llenaba algún formulario, adivinaba la pregunta que 
después llegaba:
¿Vos sos el hijo del Gallego?
Y si les preguntas a mis hermanos, te aseguro que dirán lo mismo. 

Así fue desde siempre,
será porque me pasó desde chico que me fui acostumbrando,
 y con una tibia sonrisa, con un movimiento sencillo, yo asentía.
Asentía preparado para la lluvia de adjetivos que se venían, 
Que te conocían de las carreras, de "Agua y Energía" 
de la "Pepsi", del pueblo, del club, o de los "Naranjas".  
Que tu viejo es un fenómeno, que tu viejo es un tipazo,
que tu viejo me dio una mano, que tu viejo...

Y si yo no lo hubiera visto diría que esto es un cuento,
de esas cosas que se dicen para regalar un gesto.
Pero con los años aprendí a mirarte sin esa distancia 
de niño, y comprendí que la gente siempre te agradecía lo 
que para vos eran actos cotidianos. 

Tu caminar acelerado, el pantalón medio caído,
el teléfono sonando, y un chiste siempre a mano. 
Un refrán antiguo, la pasión celeste y blanca,
una transfusión de sangre cipoleña, 
tu solidaridad siempre anónima. 

Y hace poco, por esas cosas de que el tiempo
nos va aproximando,
 una vez más la pregunta eterna:
¿Vos sos el hijo del gallego?
Pero esta vez yo no había mencionado mi nombre, 
llenado ningún formulario, mostrado mi documento.
Entre sorprendido y risueño afirme.
Se nota: Caminas igual que tu viejo, me respondieron, 
acaso sin saber el regalo que me estaban haciendo. 

Porque en ese momento lo comprendí todo viejo,
vos marcaste una huella sin buscarlo,
sin querer darle una lección a nadie,
actuando por inercia,
como si la solidaridad fuera un instinto,
multiplicándote en los otros,
metiendo las patas en el barro,
dándote hasta los huesos.

Y porque también te equivocaste,
porque caíste y te levantaste.
llenándote de dolores mudos,
tu caminar te hace cada día más humano.

Por eso hoy se me infla el pecho cuando me comparan con vos,
Por eso esta alegría inmensa de saberme caminando tus pasos,
intentando seguir tu huella,
perpetuando alguno de tus gestos,
sabiéndome afortunado de poder decir,
con un orgullo humilde y sincero:
Si, yo soy el hijo del gallego.

Emedeerre.