miércoles, 11 de junio de 2014

Faro

a Vicente Zito Lema

Con su paso cansino,
con su segura lentitud,
con su espalda llena de historias,
Vicente va resistiendo lo irreversible del tiempo,
como trayendo en cada paso una ausencia.

Sin dimensionar lo que su presencia implica,
Vicente camina y se detiene ante quien se le acerca a pedirle
un gesto, una foto, una sonrisa, un apretón de manos.

Y entonces Vicente que comienza a hablar,
que saca su ametralladora de palabras,
escupiendo mariposas por la boca,
sacudiéndonos de tanta anestesia cotidiana,
convirtiendo el dolor en esperanza.

Y del otro lado las pupilas se dilatan,
los oídos se amplifican, 
y eso que Vicente narra es una voz polifónica,
como si en esa voz estuvieran las voces que ya no están
pero persisten,
la voz de Rodolfo, la de Roby, la de Mugica, la de Julio,
y tantas voces silenciadas por los alguaciles del mal.

Y las palabras nos retuercen las vísceras,
nos golpean el rostro,
nos abrazan el pecho,
volviéndonos acaso dignos por un instante.

Y tal vez el viejo no sepa
que él es un Faro,
que él se ha vuelto luz para todos aquellos que 
a veces nos perdemos en la miseria del mundo,
que sentimos que la batalla ya está perdida,
que el horizonte está demasiado lejos,
y que la utopía ha cesado.

Si, Vicente es un faro,
un faro gigante y generoso,
un sabio con las patas en el barro, 
que renuncia a los elogios,
que reniega del poder,
 aferrándose a una ética de la resistencia
ya casi extinta,
irrumpiendo con ternura
antes quienes inflan el pecho festejando la muerte,
enseñándonos que el amor es ante todo un acto,
y marcándonos con fuego el alma,
con la sensación de que se puede,
que habrá que resistir ante este mar de indiferencia, 
pero que para eso están los tipos como Vicente,
para eso están los hombre faro,
para llenar de luz el horizonte,
para esquivar el miedo que acecha,
para multiplicar las vidas negadas,
y vencer a la muerte,
porque se puede,
como dice el hombre faro,
claro que se puede.






















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