Otra vez andar a los tumbos,
esta desorientación de tiempo y de espacio,
con este insomnio en las ojeras,
con esta maldita ansiedad en la garganta.
Otra vez este andar de gallina degollada,
tropezando con las mismas dudas,
esta agonía del teléfono mudo,
y el sosiego tardío,
cuando finalmente suena.
cuando finalmente suena.
Porque nada nos vuelve más acéfalos
que el amor,
ninguna torpeza es más constante
que la de un pecho inundado,
esa que llega con un beso guillotina,
anestesiando la razón con una mirada,
y exiliándonos del yo con un abrazo.
Entonces las estupideces se multiplican,
la ceguera se cronifíca,
los amigos dan consejos sordos,
y la cucaracha del amor se cuela
por todas las puertas.
Otra vez estas patas que nos tiemblan,
este bendito juego de la ternura primera,
este niño que se repite para salvarse,
sabiendo que acaso esa sea la única verdad sincera,
esa sonrisa que nos vuela la cabeza.
Otra vez esta alegría inmensa que salva y condena,
este hormigueo en todo el cuerpo,
otra vez este júbilo con nombre,
esta intensidad que desvela,
esta desesperación profunda ante tu ausencia,
otra vez la guillotina de tu amor,
como única certeza.
Otra vez esta alegría inmensa que salva y condena,
este hormigueo en todo el cuerpo,
otra vez este júbilo con nombre,
esta intensidad que desvela,
esta desesperación profunda ante tu ausencia,
otra vez la guillotina de tu amor,
como única certeza.
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