jueves, 23 de abril de 2015

Adiós

"El tiempo dirá si al final nos valió lo dolido"
Jorge Drexler

Supongo que hay muchas maneras de decir adiós.
Y también supongo que ninguna alcanza.
Es decir, 
aunque pongas tus ojos de búho que no comprenden,
aunque mis manos atinen a acariciarte,
aunque busque evitar culpas,
dolerá de todos modos.

Y hoy me toca a mí decir que no,
que ya no,
y ningún argumento evitará estas lágrimas,
ninguna explicación será suficiente,
pues todas las razones
me darán la espalda,
todos los motivos morirán de pena.

Entonces busco la palabra suave,
la palabra anestesia,
la palabra alivio,
la palabra quizás,
con la estúpida sensación de saber
que es un intento cobarde.

Que dolerá de todos modos,
porque nadie se despide de un amor así
sin arrancarse un pedazo de piel,
sin dejar algo de cuerpo en ese cuerpo
que tanto se quiso, y hoy apenas se reconoce.

Entonces esta amargura dulce,
esta paradoja absurda
de encontrarnos al separarnos,
con la mirada completamente desnuda
en el preciso momento de despedirnos.

Quizás ahora que el adiós es inevitable,
quizás ahora que se agotaron todas las excusas,
ahora que nos encontramos con la guardia baja
sabiendo que nuestros caminos se bifurcan,
sea el instante más noble de todos,
el gesto amoroso más hondo,
el de saber decir adiós,
con el mismo amor primero,
con tus mismos ojos de búho,
con estas mismas caricias de ayer,
que hoy se disculpan por ya no amarte.

Supongo que hay muchas maneras de decir adiós.
Y también supongo que ninguna alcanza.








sábado, 11 de abril de 2015

Balbucear

Nunca sabré bien explicarme,
nunca sabré porque eso sí,
ni porque eso no,
nunca sabré bien porque elijo lo que elijo.
Es que tal vez sea un profundo ignorante
de mí mismo.

Y bien sé que debo acotar el goce
y encausar el deseo,
 bien sé que en un mundo que fagocita
explicaciones,
dudar puede ser un castigo,
una insolencia sinsentido.

Pero cuando me piden explicaciones,
cuando me preguntan el porqué,
solo atino a balbucear torpes razones,
acomodar débiles palabras
para satisfacer la mirada que interroga,
como un niño inseguro
esperando el gesto confirmador.

Pues la mayoría de mis elecciones,
casi todas mis decisiones vitales,
obedecen más bien a intuiciones latentes,
a deseos intraducibles,
a necesidades innombrables,
que a certeras razones,
a verdades explicables.

Por eso quizás la mirada decepcionada cuando
digo lo que digo,
por eso quizás nunca bastaran mis argumentos,
por eso quizás nunca sabré explicarme
en un mundo hambriento de sentido.

Y cuando miro para atrás,
cuando miro el camino recorrido,
celebro esta ausencia de sentido,
este temblor de juicio,
esta existencia siempre frágil,
esta vida con tantas vidas,
este guion improvisado,
esta profunda ignorancia de mí mismo.