jueves, 5 de enero de 2017

Trinchera

 A mí me salvó el amor Mauro. Sí, no es una metáfora, ni una forma de decir, a mí el año pasado me lo salvó literalmente el amor. Porque buscando qué escribirte en estos días donde el almanaque nos impone el artificio de hacer balances, me cuesta mucho no escribir desde la tristeza. Y si no lo hago, si no escribo desde ahí, si pese a todo lo difícil y doloroso que ha sido este año para tanta gente, siento que fue un buen año, es porque a mí me salvó el amor, Mauro.
¿Te acordás que cada vez que hablábamos por teléfono nos poníamos a enumerar cosas jodidas? entonces yo me ponía a hablar de ella, creo que un poco para compartirte mi alegría genuina, boba, pero genuina y otro poco porque no teníamos muchas otras cosas lindas para hablar, es que lo que se suponía que políticamente iba a ser una revolución de la alegría fue como temíamos, una proliferación de la miseria, porque es al pedo Mauro, como leí alguna vez por ahí, cuando la alegría se vuelve marketing, la tristeza deviene en real.
Y por más que insistan en vendernos esa idea perversa de la meritocracia, eso de auto realizarse, y salvarnos solos, a mi me llena de impotencia ver cómo nos estamos repitiendo, Mauro. Otra vez la misma historia, como otrora, cuando terminamos cantando; "Piquete y cacerola la lucha es una sola", y después cuando se acomodaron las cacerolas, los piqueteros volvieron a ser extranjeros. Y ojalá me equivoque, te lo digo de verdad hermano, vos me conocés, ojalá la cosa repunte y esta hemorragia se detenga, porque mientras algunos se entretienen pensando en lógicas binarias, en donde unos son los buenos y otros son los malos, esos antagonismos que se cierran sobre sí mismos y solo repiten lo que coincide con lo que piensan, yo veo cada vez más gente que la está pasando feo, y en mi cuadra nomas ya tengo tres vecinos nuevos durmiendo con sus colchones en la calle. 
Y no me voy a poner acá a repasar todo eso que ya sabemos que está mal, aunque no salga en ningún diario, pero si me demoré en escribirte para fin de año es porque cuesta bastante encontrar palabras optimistas cuando todos los días veo que hay gente que la esta pasando jodido al lado, y porque sabés que creo que la política debe ser una practica amorosa y no excluyente, que nadie puede estar contento si le va bien solo, que el júbilo debe ser una experiencia plural y nunca singular, por eso me costó escribirte y lo único que me sale decirte ahora, con un poco de vergüenza en este contexto, es que a mí enamorarme me salvó el año, Mauro. 
Y perdona si me fuí por las ramas, pero cuando pensé en que desearte para este nuevo año, porque nos gusten o no nos gusten los balances de fin de año, desear es siempre sano, pensé en desearte que ojalá te enamores, que en estos tiempos raros donde nos quieren hacer creer que la felicidad esta allá adelante, yo creo que la felicidad debe multiplicarse para los costados, como dice el maestro Carlos, y que el otro día me cayó la ficha, justo antes que termine el año, ella vino de sorpresa a mi pueblo, para terminar juntos este año, y yo me puse a temblar cuando la vi, Mauro, porque en ese instante comprendí que ella fue mi año, quiero decir, el amor es muchas veces una trinchera, y ella fue la mía, con su manera lúdica de cuidarme y regalarme ternura entre tanta tristeza. Por eso te deseo que te enamores, Mauro, que vos también encuentres tu trinchera, porque cada vez estoy más convencido que no habrá felicidad en ningún lado si no la construimos entre todos, tejiendo lazos y como dice Carlos, siempre, pero siempre, mirando para el costado.  

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