jueves, 9 de mayo de 2019

torcido

De chico aprendí a sonreír
a medias.
Por aquello de
mis dientes torcidos
y la ortodoncia
que no se podía pagar en casa.

Un reflejo,
un mecanismo de defensa
que uno aprende sin saberlo
ante las primeras miradas hostiles,
las primeras burlas,
el primer dolor.

Entonces uno se acostumbra
a esconder sus vergüenzas,
y aprende a salir en las fotos con la sonrisa escondida.
Y aunque algunos hoy insisten
es que ya es tiempo de corregir
este defecto,
hay en mí una suerte de estúpido orgullo
que se resiste. 

Es que supongo que en un mundo
que hace de la simetría un mandato,
de la estética una moral,
y de las diferencias una cacería,
tener los dientes torcidos es una
pequeña singularidad,
esa que todos tenemos.

Nada comparado con los que
otros sufren.
Los torcidos de infancia,
privados de ternura,
burlados por su peso,
o perseguidos por su deseo,
su sexo
o su piel.

Por eso ya no me esfuerzo en fingir la foto,
en esconder la sonrisa,
porque creo que
al final de cuentas
nuestras vergüenzas
no son tan nuestras.

Quiero decir,
quizás haya que subvertir
la violencia de ciertas miradas,
reconciliarse con
nuestras genuinas monstruosidades,
para prescindir de una normalidad que no existe,
y defender las vidas que se tuercen,
entre torpes sonrisas,
oblicuos rostros,
imperfectas historias
y sencilla profundidad.



lunes, 6 de mayo de 2019

Hermano

Afuera llovía y me
dijiste que querías la verdad.
Yo miré para abajo dudando,
pensé en decirte que
eso era imposible,
que apenas éramos
fragmentos,
letras de un abecedario
incompleto,
pero sabía que a esta altura mi respuesta
poco importaba.
Que era absurdo, insistías,
que cómo puede ser
tanto dolor,
tanta cobarde contradicción,
tan poco registro
del otro en uno.
Y se me vinieron
algunas fotos,
imágenes en blanco
y negro de un tiempo
en el que soñabamos ser
eso que nunca fuimos.
Tu voz desgarrada,
tus ojos ahogados,
como buceando vaya a saber dónde,
y entonces yo dije
casi excusándome,
que al carajo con eso de la verdad,
que sólo éramos
este pedacito de tiempo,
esta pequeña pausa
entre tanta miseria,
y te llene el vaso de nuevo,
-mientras la tele de fondo
hablaba del dólar,
de índices y muertos-
y no me salió decirte hermano,
-y no sabés como me arrepiento-
que la verdad debería tener la profundidad de
tus silencios,
y el amor insopoortable de tu mirada.

viernes, 3 de mayo de 2019

Ni fu ni fa

Siempre,
nunca,
todo,
nada,
¿no hay demasiada
pretensión en esas palabras?

No son acaso formas
de encerrar lo
que apenas entendemos.

En lugar de siempre,
¿no sería mejor un
a veces ?
A veces duele,
a veces extraño
a veces me equivoco.

¿Y nunca?
¿No es una exageración
caprichosa?
no es mas honesto el
quizás más adelante,
acaso alguna vez?

¿No hay violencia
cada vez que alguien dice
todo?
¿no es abrumador?
¿no les falta el aire?
¿Y si solo era una parte,
un lado,
una ventana?

¿Y si en lugar de nada,
quedara algo?
¿un resto,
una sombra,
o un pedacito de luz?

Si,
ni todo o nada
ni siempre o nunca.

Me quedo con el
a veces,
quizás pueda,
un poco,
alguna vez.