Estaba convencido que si teníamos el por qué,
encontraríamos el cómo.
Confiaba en que era cuestión de tiempo hasta
que vos encontraras tu manera.
Juré que mi intensidad nos abarcaría.
Claro que ahora sé que fue una estupidez.
Que toda muerte llega después.
Que hay momentos en que el yo
se pronuncia en nombre del nosotros,
y tuve la soberbia de jurar que nadie,
jamás, nunca,
como yo.
Ahora, con la memoria desteñida,
solo queda decirte que lo creía en toda la piel.
Y aunque vuelvas como ficción,
yo no mentía,
solo que las verdades cambian.
No se trataba del cuánto,
ni del por qué.
Siempre fue el cómo.
Lleva una vida aprenderlo.
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