Inimputable, hermano.
Eso sos.
Justamente eso.
Ese adjetivo, ese sustantivo.
¿Cómo te voy a juzgar a vos?
¿Desde qué lugar?
Si mi biografía no se escribe sin tu rostro,
es ilegible sin tu nombre.
¿O qué es la amistad si no una forma de la impunidad?
Espacio vacío de jueces,
la sumatoria de todas las irresponsabilidades,
un purgatorio sin dioses ni diablos.
O lleno de ellos.
¿De qué te voy a acusar, hermano?
¿De tus deudas incobrables?
¿De tus repeticiones?
¿De las veces que llegaste tarde?
Jamás, hermano.
Si sos el medio que acompañó mi fines,
el fin que estuvo en cada uno de mis miedos,
testigo insobornable de mis yerros,
que aun no sabe cuantas costillas tengo.
Y ahora,
que la balanza tiende al cero,
y el policía frunce el seño
como un perito del alma,
yo le deletreo tu nombre
para que sepa quien soy.
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