Martín se vio acostado como tantas otras veces en su
cama. Se vio imaginando uno de los tantos juegos que lo aburrían hasta que el
sueño finalmente vencía sus dudas. Lo de inventar juegos y escribir cuentos en
su cabeza, eran sus formas preferidas para no tener que pensar en su inocuidad,
para no verse obligado a de una vez por
todas a hacerse cargo del cascabel que se agitaba por las noches en la boca de
su estomago. Pensó en su madre durmiendo en la habitación del frente, en su preocupación
obligada tras la cirugía.
El dolor en la ingle no era más que otra de sus
excusas para no dormirse. Era la coartada perfecta para refugiarse una vez mas en
ese pedazo de tiempo que le pertenecía por completo, el único momento en que él
conseguía hacer tregua con sus culpas. Al menos esta vez a la coartada tenia
certificado medico, pensó irónico.
Ninguna razón concreta encontró Martín para agarrar
lápiz y papel y ponerse a escribir el cuento que creía nunca iba a escribir.
Tal vez la imposibilidad de tomar un whisky somnífero, o tal vez la sospecha de que la cirugía en su ingle tenia
que servirle para algo, de que era la hora de animarse a ser eso que tanto
insinuaba, de aprovechar el corte que el bisturí había echo en su carne, para
hacer algo con su alma.
Se vio escribiendo, vio sus manos moviéndose con
seguridad, y por primera vez creyó que esta vez lo lograría, que esta vez
podría dejar el traje en el armario y no ahogarse otra vez en sus dudas, en la pesadez
de su existencia, en la certeza de que ya nada podía hacerse, de que ya todo
estaba escrito, de caer en la eterna repetición de evadir a su conciencia.
Se imagino a Laura tendida en su cama, con la espalda
desnuda como siempre, sus ásperas manos acariciar
esa espalda que conocían de memoria, la imagino mirándolo con esa mezcla de
admiración y duda cuando el escribía, jugando a hacerse la dormida mientras lo
espiaba, se la imagino deseando que esta vez el podría terminar el cuento que
le prometió, que seguro le dedicaría, imagino que realmente estaban juntos de
nuevo.
Se había mirado varias veces la herida, el medico lo
había advertido de que podía hacerse un hematoma, sangrar un poco, inflamarse.,
decidió que él no podía imitar la ingenua hipocondría de su hermano, que esa sangre debería ser normal, él era un intelectual, él iba a llegar lejos, él debía
escribirle el cuento a Laura.
Estaba disfrutado como pocas veces de poder llevar a
cavo su empresa, el cuento no era malo, un hombre se despertaba y se encontraba
con sus sombra, mantenían un dialogo en donde
la sombra hacia notar al hombre de lo absurdo de su existencia, de que
nadie notaria si él desapareciera. La idea y el ambiente tenían un aire
Kakfiano, el hombre se debatía entre el terror de estar hablando con su sombra y la angustia de saber que ésta tenía razón.
Disimulando una miraba hacia Laura, Martín, percibía
el orgullo que sus ojos entreabiertos le regalaban, sentía como la recuperaba
con cada palabra escrita, imaginaba como volverían hacer el amor cuando el
dolor en la ingle cada vez mas insoportable cesara, después de leer el cuento
juntos, tomar un whisky y fumar una pipa como si supieran, renovando ese ritual
perdido ya hace tiempo.
Siguió escribiendo absorto, pleno de satisfacción, con
una felicidad solo comparable con aquel viaje en tren con ella, gozando de la
perfección de los diálogos entre el hombre y su sombra, la sonrisa de Laura de
fondo, el dolor en la ingle cada vez más rojo y más lejano, eufórico, se vio
escribiendo su primer novela, recibir algún premio para alegría de su madre, se
vio renunciando a esa vida cobarde que tanto había odiado desde su
adolescencia, desde que fue equivocando una a una sus decisiones hasta convertirse en el mediocre vendedor de
seguros que era, desde que Laura lo
había abandonado, se vio destrozando el traje y la corbata que tanto detestaba,
se vio con ella caminando de nuevo en la calle Corrientes...
….la vio a su madre acercarse hasta su cama para ver
como estaba, reconoció el horror nadando en sus ojos cuando vio la sangre que
caía por debajo de las sabanas, la vio sacudirlo en la cama para que
reaccionara, desesperada, la vio tomar el papel arrugado que él tenia entre sus
manos, la vio coger el teléfono, llamar una ambulancia, la vio marcando
nuevamente y explicarle a la voz dormida del otro lado de la línea que algo
había salido mal en la operación, decirle algo de un cuento sobre un hombre y
su sombra que iba dedicado a ella, decirle sin creerlo que Martín estaba muerto…
sintió el grito de Laura del otro lado del teléfono.
Emederre