martes, 28 de agosto de 2012

Cirugía Menor


Martín se vio acostado como tantas otras veces en su cama. Se vio imaginando uno de los tantos juegos que lo aburrían hasta que el sueño finalmente vencía sus dudas. Lo de inventar juegos y escribir cuentos en su cabeza, eran sus formas preferidas para no tener que pensar en su inocuidad,  para no verse obligado a de una vez por todas a hacerse cargo del cascabel que se agitaba por las noches en la boca de su estomago. Pensó en su madre durmiendo en la habitación del frente, en su preocupación obligada tras la cirugía.
El dolor en la ingle no era más que otra de sus excusas para no dormirse. Era la coartada perfecta para refugiarse una vez mas en ese pedazo de tiempo que le pertenecía por completo, el único momento en que él conseguía hacer tregua con sus culpas. Al menos esta vez a la coartada tenia certificado medico, pensó irónico.  
Ninguna razón concreta encontró Martín para agarrar lápiz y papel y ponerse a escribir el cuento que creía nunca iba a escribir. Tal vez la imposibilidad de tomar un whisky somnífero, o tal vez  la sospecha de que la cirugía en su ingle tenia que servirle para algo, de que era la hora de animarse a ser eso que tanto insinuaba, de aprovechar el corte que el bisturí había echo en su carne, para hacer algo con su alma.
Se vio escribiendo, vio sus manos moviéndose con seguridad, y por primera vez creyó que esta vez lo lograría, que esta vez podría dejar el traje en el armario y no ahogarse otra vez en sus dudas, en la pesadez de su existencia, en la certeza de que ya nada podía hacerse, de que ya todo estaba escrito, de caer en la eterna repetición de evadir a su conciencia.
Se imagino a Laura tendida en su cama, con la espalda desnuda como siempre,  sus ásperas manos acariciar esa espalda que conocían de memoria, la imagino mirándolo con esa mezcla de admiración y duda cuando el escribía,  jugando a hacerse la dormida mientras lo espiaba, se la imagino deseando que esta vez el podría terminar el cuento que le prometió, que seguro le dedicaría, imagino que realmente estaban juntos de nuevo.
Se había mirado varias veces la herida, el medico lo había advertido de que podía hacerse un hematoma, sangrar un poco, inflamarse., decidió que él no podía imitar la ingenua hipocondría de su hermano, que esa sangre debería ser normal, él era un intelectual, él iba a llegar lejos, él debía escribirle el cuento a Laura.
Estaba disfrutado como pocas veces de poder llevar a cavo su empresa, el cuento no era malo, un hombre se despertaba y se encontraba con sus sombra, mantenían un dialogo en donde  la sombra hacia notar al hombre de lo absurdo de su existencia, de que nadie notaria si él desapareciera. La idea y el ambiente tenían un aire Kakfiano, el hombre se debatía entre el terror de estar hablando con su sombra  y la angustia de saber que ésta tenía razón.
Disimulando una miraba hacia Laura, Martín, percibía el orgullo que sus ojos entreabiertos le regalaban, sentía como la recuperaba con cada palabra escrita, imaginaba como volverían hacer el amor cuando el dolor en la ingle cada vez mas insoportable cesara, después de leer el cuento juntos, tomar un whisky y fumar una pipa como si supieran, renovando ese ritual perdido ya hace tiempo.
Siguió escribiendo absorto, pleno de satisfacción, con una felicidad solo comparable con aquel viaje en tren con ella, gozando de la perfección de los diálogos entre el hombre y su sombra, la sonrisa de Laura de fondo, el dolor en la ingle cada vez más rojo y más lejano, eufórico, se vio escribiendo su primer novela, recibir algún premio para alegría de su madre, se vio renunciando a esa vida cobarde que tanto había odiado desde su adolescencia, desde que fue equivocando una a una sus decisiones  hasta convertirse en el mediocre vendedor de seguros que era, desde que  Laura lo había abandonado, se vio destrozando el traje y la corbata que tanto detestaba, se vio con ella caminando de nuevo en la calle Corrientes...
….la vio a su madre acercarse hasta su cama para ver como estaba, reconoció el horror nadando en sus ojos cuando vio la sangre que caía por debajo de las sabanas, la vio sacudirlo en la cama para que reaccionara, desesperada, la vio tomar el papel arrugado que él tenia entre sus manos, la vio coger el teléfono, llamar una ambulancia, la vio marcando nuevamente y explicarle a la voz dormida del otro lado de la línea que algo había salido mal en la operación, decirle algo de un cuento sobre un hombre y su sombra que iba dedicado a ella, decirle sin creerlo que Martín estaba muerto… sintió el grito de Laura del otro lado del teléfono.


Emederre  

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