martes, 14 de agosto de 2012

Los Gatos



Ahí están los gatos otra vez enredados entre las sabanas. Ahí están los gatos jugando con sus manos, escondiendo sus uñas, mordiéndose impúdicamente, lamiéndose sin lavarse.
Ahí esta la gata una vez mas mirando al gato con sus inmensos ojos negros, hablando con esa mirada profunda, trasmitiéndole en un idioma felino la suma de todos sus miedos. Y ahí esta el gato grande, con sus manos ásperas acariciando a la gata que estira su cuello en búsqueda de mas placer, el gato viejo, que tampoco dice nada por respeto, aunque por ahí se le escape algún catártico maullido.
Ahí están los gatos ronroneando entre silencios, besos y carcajadas, cómplices de un juego que excede las palabras, que las excede o las evita, o simplemente le son innecesarias.
Y la gata amaga con irse, entonces el gato que vuelve a saltarle encima, vuelve a insistir en ese pacto tácito de lenguas que se alcanzan, y la gata asume esa falsa resistencia que al gato le encanta, y otras vez están rodando por toda la cama, llenando de pelos gatunos la cama, murmurándose palabras inteligibles mientras se desnudan, se tocan, y los sexos  se encuentran tibiamente.
Y la gata semi desnuda se prende un cigarro en la cama del gato grande que la mira y no comprende cuando sucedió todo. Cómo la gata se metió en su cama solitaria para convertirse de un plumazo en cuchacama para tres. Y mientras los gatos se acarician, se miran, se encuentran y se esquivan, la gatita excusa les camina entre las piernas, los muerde para ser parte de la fiesta… gatita cómplice, gatita excusa, gatita coartada.   
Y el gato sabe, y la gata sabe… ambos saben en un reciproco silencio que el miedo a la humanidad esta latente, que cuando bajen de su cuchacama, de su complicidad muda, volverán los fantasmas humanoides, los miedos pretéritos y los potenciales, entonces dilatan todo lo que pueden el juego felino, las patas se entrecruzan, las uñas caminan por las espaldas, se abrazan y se retuercen como solo los gatos saben hacerlo, y el gato quiere decirle cuanta paz siente en ese momento, gato viejo, gato escéptico de que esto que esta pasando sea reciproco, y el gato que esconde sus garras, y la gata con sus inmensos ojos negros le sonríe, y al gato le duele la panza, y la gata lo mira interrogándolo, haciéndose tal vez las mismas preguntas que el gato grande, evitando las mismas preguntas, desde el otro lado del mándala el gato y la gata son anverso y reverso de una misma circunstancias, y entonces resulta que el gato no sabe, y la gata tampoco sabe, y que tal vez  esta ignorancia muta sea su triunfo, tal vez por primera vez los gatos no tienen miedo de mostrar sus heridas, sus marcas por todo el cuerpo, tal vez el gato lama las heridas de la gata que una vez mas estira su cuello, y por eso la gata lo abraza así, como temiendo caer, por eso la gata no quiere bajar de ese mándala con forma de cuchacama, porque se esta tan bien así, habitando tan gatunamente su existencia, dilatando el miedo, riéndose del miedo que los antecede, y los lastima, el miedo del gato que puede pero no quiere, el miedo de la gata que quiere pero no puede, un miedo cachorro, un miedo felino, miedo agazapado por debajo de la cama.
Ahí están los gatos acariciando sus dudas, dejándose ganar por el sueño, el gato le camina sus dedos por la panza una vez mas, y la gata se acurruca entre sus patas, y la gatita se acomoda junto a ellos para que el mándala este completo. 

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