domingo, 5 de mayo de 2013

Cosquillas

Inútil intento por disimular estas cosquillas en todo el cuerpo.

 Como todo hombre al que se le impone
una adultez prefabricada, intento disimularlo como puedo.
Entonces voy a los bancos, pagos mis impuestos
combino colores, le doy de comer al gato, 
leo el diario.
Y todo esto con la perfecta seriedad
que sugiere la moral burguesa.

En un esfuerzo de madurez apócrifa,
expulso de mi mente tu rostro para
evitar desentonar con el mundo.

Pero cuando la vida se vuelve una sala de espera,
cuando el doctor me mira preocupado,
cuando los formularios se multiplican,
cuando el camino se hace largo,
acudo yo a tu sonrisa con hoyuelos,
a tu sonrisa comodín. 

Es que tenés una sonrisa tan pluma,  
tan caricia en la planta de los pies,
que me cuesta reprimir esta cara de idiota,
este gesto infantil que me acompaña desde 
que apareciste en mi universo.

Y sé que en el colectivo me miran como si sonreír
fuera una puñalada,
una obstinada equivocación,
como si las comillas en mis labios fueran
una ofensa para esta realidad a precio dólar.

Claro que sé que el mundo duele a veces,
que estar sonriéndose encima puede parecer una insolencia,
pero no es contra el mundo que sonrió,
no es una bandera que levanto,
una ideología que defiendo,
un mensaje que sugiero,
no es nada de eso, 
ni idea, ni mensaje, ni bandera.

Solo es que no puedo evitarlo,
como un impulso torpe, 
un instinto con tu nombre,
una caricia en las axilas,
una carcajada de merienda. 

Por eso cuando parece que esta cotidianidad de protocolo tiene éxito,
que la solemnidad domestica mis gestos,
que cumplí con el manual de instrucciones del hombre honesto,
otra vez aparece tu recuerdo que me salva,
tu sonrisa sin prospecto,
entonces me tiento otra vez, 
las comillas vuelven a mi boca,
se derrumba el tipo serio, 
y se me llena otra vez,
de cosquillas todo el cuerpo. 















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