Sabiendo del absurdo de escribirte estas palabras
pretendo despedirte como un estúpido homenaje.
Un triste intento de explicar con
palabras
esta complicidad felino humana
que
solo comprenderá quien puede establecer lazos con todo lo
animado.
Y hoy me duele este silencio
felino,
este ronroneo ausente,
esta fidelidad independiente.
Y por
la perversión de algún hombre
que nada tiene de persona,
yo me privo de tus botas blancas
de tus arrebatos gatunos,
de tus pelos en mi ropa,
de tus maullidos que supe traducir.
Y solo yo sé que fuiste el primero
en abrazarme
cuando oíste mi llanto,
abrazándote a mis piernas esa madrugada en que el mundo
me dolía demasiado.
Y solo yo sé de tus saltos imprevistos,
de tu instinto bipolar,
de tus huellas por toda la casa.
Estarán los que dirán que eras
solo un gato,
y está bien si así lo sienten,
pero deben saber los racionalistas
de lo inerte
que tu compañía gris y blanca
relativizo la soledad en días tristes
e inundó de vida y pelos mi
universo cotidiano.
Adiós gathumano, adiós.
Extrañare tu saludo matutino
enredado entre mis patas
y tu alegría en el pilar cuando me veías regresar a casa.
Gracias Polanquito, gracias.
Adiós gathumano, adiós.
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