martes, 19 de agosto de 2014

37 kilos

El remito dice eso, 37 kilos,
 así frió como todo número,
inerte, amarrete, estúpido.
Son 220 libros, pesan 37 kilos y llegan mañana.

Y pensaba en el absurdo de escribir un libro
que nunca tendrá las palabras justas,
que nunca tendrá las palabras necesarias,
porque en el fondo no hay traducción posible.

Y quiero decir gracias, estérilmente,
como si decir 37 kilos fuera una balanza para mi ego, 
como si gracias significara algo,
y no más que ésta ingenua sensación de inexplicarme.

Si supieran cuanta literalidad le falta a mi libro,
si supieran cuantos gestos no podré nunca devolver,
si supieran cuan pequeño me siento al lado de cada uno de ustedes,
de esos a los que les digo gracias
 porque cualquier palabra será igual de inocua,
si supieran como quisiera abrazarlos ahora,
mientras lleno mi vino con soda,
mientras me demoro en esta noche que quisiera perpetuar,
esta noche sin luna que sera una marca profunda en el almanaque
de mis días,
si supieran lo cursi que me siento ahora,
lo asquerosamente cursi,
porque busco en mi memoria palabras
para ser digno,
para que sientan este lobo aullando en casa,
este oruga que espía por el ojo de la crisálida y sonríe,
y me tendrán que disculpar,
una vez más,
me tendrán que disculpar,
porque en mi pecho habitan los rostros 
que me sostienen y me empujan,
esos rostros  que me dibujan esta sonrisa imberbe, 
los que me dijeron que si,
que claro que si, 
que podría devenir en libro,
que acaso valían la pena estos 37 kilos,
sin saber,
sin tener la más puta idea,
que todo era una excusa,
una enorme y genuina excusa,
para que les pueda decir gracias,
estas profundas y pijoteras gracias,
mas allá de toda  palabra,
mas acá de cualquier libro.














jueves, 7 de agosto de 2014

Pulsión

Al Imo

Así es el tipo, pura pulsión.
Como si algo dentro suyo no pudiera dejar empujar.
Como si demasiada energía buscara
las mil formas de expresarse.

Y el tipo va, empuja,
 no se detiene,
 aunque se lastime no se detiene.
Y el tipo va siendo un niño hombre,
con su adultez precipitada,
casi sin entender en que momento
le sacaron la pelota de los pies
y le pusieron unos ladrillos en las manos.

Pero el tipo no dramatiza,
no reniega de su historia,
ni de sus contradicciones,
el tipo sigue empujando,
sigue riéndose de sí mismo con la misma facilidad
que abraza a sus amigos,
aunque esa pulsión insoportable,
le llene de preguntas el alma,
y le vuelva el cuerpo un nudo de miedos.

Sí, el tipo va,
con su generosidad impulsiva,
con su mochila nómade,
avanzando y retrocediendo,
sintiéndose extranjero en todos lados
menos en la tierra de su infancia,
llenando el vaso de whisky y hielo,
durmiéndose a pastillas,
para silenciar tanto grito interno.

Pero el tipo va,
siempre va,
multiplicando su alegría,
dejando su huella en los otros,
pechando vidas ajenas,
postergando muchas veces la suya,
ocultando dudas,
el tipo va.

El tipo va,
y su fuerza ha sido muchas veces la mía,
resolviendo con simpleza
mis estúpidas elucubraciones,
llenando mi vaso con su whisky,
abrazándome siempre a tiempo,
riéndonos borrachos de una vida que nunca comprenderemos.

El tipo va,
el tipo empuja,
 y yo agradezco profundamente
saberme empujado por el tipo,
saberlo hermano mío,
saberlo a la distancia
yendo siempre conmigo.













martes, 5 de agosto de 2014

114

Hoy podemos hacer las paces por un instante,
hoy las flores se ponen de pie, 
hoy podemos dar las gracias,
porque hoy las esperanzas inundan todas las plazas. 

Hoy la muerte se arrodilla y huye,
hoy sus soldados miserables se miran confundidos.
Hoy ni una palabra jamás bastará para sanarlos.
Porque hoy el sí, parte en pedazos todos los no.

Y los habrá siempre quienes buscarán justificaciones a la muerte,
los que se llenarán de excusas,
y multiplicarán vendas que enceguecen, 
sin sentir jamás una digna vergüenza.

Pero también habrá de los otros,
por suerte siempre habrá de los otros,
las que esgrimen sus blancos pañuelos,
las que soportaron los mil prejuicios,
las que no claudicaron,
las que no se defendieron ni atacaron, 
y desde el amor siguieron caminando.

Y entonces recuerdo a mi abuela leyéndome un cuento,
abrigándome en su cama,
preparándome tostadas
y recuerdo lo lindo que es saberse nieto.

Entonces hoy celebro la vida aplastando la muerte,
hoy sonrío y pienso en Guido,
a quien treinta y seis años después,
esa dignidad llamada Estela,
 le podrá leer un cuento.
  
Sí, hoy hagamos las paces por un instante,
hoy veamos a las flores ponerse de pie,
hoy demos las profundas y hermosas gracias,
porque hoy la esperanza inunda nuestras plazas!