Tal vez sea tiempo de dejar de lamerse heridas.
Dejar de mirar la cicatriz esperando que algún punto se abra,
pasándose el dedo una y otra vez para que la sangre brote,
y entonces tener la coartada necesaria para no seguir.
Tal vez sea tiempo ya de no rascarse una y otra vez
en los mismos dolores,
extrañar los mismos rostros,
extrañar los mismos rostros,
repetir las estúpidas excusas,
exprimir recuerdos infértiles.
Porque la memoria persiste,
porque el olvido no existe,
y porque hasta la herida más profunda
termina algún día de supurar,
tal vez sea necesario dejar en paz lo que fue.
Porque si el ejercicio neurótico insiste en repetirse,
acaso sea necesario una voluntad más constante,
un empujoncito diario,
un esfuerzo subversivo.
un esfuerzo subversivo.
Para dejar el pasado en silencio,
para que el recuerdo sonría y no duela,
retirando el pie que insiste en pisar atrás,
agradeciendo el amor desparramado entre las sábanas.
Y entonces quedará limpiar el botiquín,
suspender los algodones y el Pervinox,
aceptar la cicatriz como piel nueva,
para poner sábanas limpias
y dejarse volver a acariciar.
Me encanta como escribis!!
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