miércoles, 24 de diciembre de 2014

Felicidad es

Nunca me sentí cómodo con el felices fiestas.
Nunca comprendí que placer se esconde en 
ese deseo de paz y felicidad para todos.

Es decir sospecho que ese tipo de deseo,
esa idea de felicidad que pende del almanaque,
más que un deseo sincero,
es una coartada de trescientos sesenta y dos días.

Yo no quiero, ni deseo una felicidad así.
No me causa placer, ni me genera alegría,
una felicidad puntual y anónima.
No me sirve ni defiendo una felicidad llena de paquetes,
de arboles con luces intermitentes,
y pagos en tres cuotas.

Y no busco con esto ofender a nadie,
no busco atacar ninguna fe,
me refiero si,
 a esa felicidad vacua,
indiferente,
esa felicidad que se pretende completa,
ese felices fiestas que se escupe y
se retira a su comodidad de pan dulce. 

Porque sospecho que la felicidad 
pende de gestos pequeños y cotidianos,
que la felicidad es siempre otra cosa
que un deseo educado y apurado.
Que la felicidad no podrá ser nunca un
saludo de despedida.

Tal vez entonces, 
la felicidad sea un acto y no un deseo,
quizás la felicidad dependa de gestos permanentes,
una lucha constante ante la indiferencia y el olvido,
un esfuerzo diario por contener el rostro ajeno,
por conmoverse por el dolor extranjero,
por responder ante los otros,
porque quizás la felicidad se sepa siempre incompleta.

Acaso se trate entonces de cambiar las causas,
y no de protestar las consecuencias,
buscando una felicidad pequeña,
 concreta y singular.
abandonando la idea de lo abstracto y universal.
Una felicidad rostro con rostro,
una felicidad que sea inicio,
y no llegada,
partiendo siempre desde el otro,
postergando las propias miserias,
para que la felicidad empiece en la realidad
y termine en la palabra.
Y nunca al revés.


Emedeerre.























domingo, 14 de diciembre de 2014

Detenerse

De todas las palabras que buscan significarte de algún modo,
hay una que resuena hace días en mi cabeza,
detenerse. 

Porque desde esa noche que apareciste escondida detrás
de un helado de melón,
desde esa noche que tu sonrisa tibia despertó
un coro de grillos en mi panza, 
me estremece ese verbo.

 Me abruma que te hayas detenido en mí.
Y no lo digo como una cobarde forma de modestia,
no busco con esto aires de caballerosidad,
ni una humildad desteñida, 
lo digo con todo el temblor de mi cuerpo.

Me abruman y me tiemblan estos días,  
me sorprenden las horas que te piensan tanto,
me conmueve la puntualidad de tus palabras
cuando mis fantasmas tienden a arruinarlo todo,
me dejan perplejo nuestras banales coincidencias,
y agradezco esta agitada ternura,
 que hace tiempo no me habitaba.

Porque ahora que ha dejado de llover dentro mio,
y escucho una de las tantas canciones que nombraste,
ahora mientras me cebo otro mate, 
y busco palabras que te sirvan de piel,
sigo con la absurda sensación de que tu detención en mí
supera dulcemente todos mis miedos pretéritos,
mi soledad de almanaque rancio. 

Y claro que mi sosiego se encuentra conmovido,
claro que mis certezas solipsistas hoy se derrumban ante tus gestos,
claro que enseguida la idea del futuro tiende a arruinarlo todo, 
una vez más.

Pero no lo haré,
 esta vez no,
porque no hay razones para que te detuvieras en mí,
y lo hiciste,
porque no hay motivos para tanta sincronicidad,
y esta sucediendo,
porque quizás había olvidado que también tengo derecho
 a la demora, 
a la duda, 
a la inflexión
y al suspiro. 

Entonces celebraré tu parsimonia ambigua, 
dejaré cantar a los grillos,
seguiré buscando tu carcajada cómplice,
dilataré este temblor gatuno, 
me permitiré este entusiasmo infante, 
me demoraré todo lo que sea necesario, 
con la ilusión serena de quien supo esperar, 
hasta poner tus manos entre las mías,
mí sexo dentro del tuyo,
haciendo carne el encuentro
que ya ha sucedido. 













jueves, 11 de diciembre de 2014

Electricidad

"Cuando empiezo a moverme lo olvido todo...
como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara,
como si tuviera fuego adentro, y me veo volando como un pájaro. 
Siento como electricidad. Si como electricidad"
Billy Elliot.

La primera vez que pusiste tu mano 
en la palma de la mía,
tuve la certeza de que el mundo,
mi mundo,
 empezaba de nuevo.

Ahora, catorce años más tarde,
viéndote brillar arriba del escenario
vuelve la misma sensación,
la misma intensidad,
la misma certera electricidad.

Porque desde que naciste,
y me fuiste enseñando a ser tío 
mientras crecías, 
intentando devolverte este amor
 hasta entonces ignorado,
mi sangre empezó a correr de otra manera.

Y eso es lo que siento cuando te veo,
electricidad, 
movimiento,
perplejidad,
una constante,
poderosa,
y genuina 
alegría.

Porque mi universo se multiplicó
con tu presencia chinchoporoto,
mi corazón se hizo más grande,
mi amor menos egoísta,
y tu sonrisa con hoyuelos
una cotidiana necesidad.

Y anoche pasó de nuevo,
dueña del mundo en un escenario,
llena de tu fuego vital, 
de tu energía que contagia y transforma,
llenándonos de tu electricidad,
como un rayo de luz,
como una fuerza que todo lo moviliza
con dulces gestos,
sintiendo una infinita gratitud a la vida misma,
a nuestra complicidad de tío y sobrina,
desde la primera vez que pusiste
tu mano entre la mía,
y mi corazón bombeó con fuerza, 
para llenar por siempre mis días
de este profundo amor que nos une.












martes, 9 de diciembre de 2014

Manco

Fue mirando una estúpida vidriera que me di cuenta.
El reflejo del vidrio devolvía mi imagen incompleta.
En una mano una bolsa, y en la otra nada.
En ese momento entendí que hacia rato me sobraba una mano.

Comencé a mirarla confundido,
a mover sus tristes falanges intentado comprender.
Y vi una mano inerte,
una mano absurda de sentido desde hace tiempo,
una mano muerta.

Porque de nada sirve una mano que no tiene de quien asirse.
Una mano que ya no te sostiene,
ni se sostiene,
que no camina las calles agarrado de la tuya
ignorando que acaso eso era la felicidad.
Una mano que ya no se sujeta a tu universo,
y cuelga obsoleta de un brazo que tampoco te abraza.

Fue en ese momento que me supe manco,
que mis dedos entumecieron y dejaron de moverse,
sabiendo quizás que ya no rascarían tu espalda,
que ya no caminarían tu rostro,
que ya ni siquiera te alcanzarían un mate.

Desde esos días escondo mi mano en el bolsillo, 
con una inocua vergüenza,
con la pena enorme de no saber para qué, 
sin comprender cómo ni en qué momento
mi mano soltó tu mano,
amputándome los días,
y condenándome a vivir 
una vida mutilada.