domingo, 25 de octubre de 2015

Adiós (segunda parte)


Me gustaría decirte que sí,
que yo también.
De verdad me gustaría
darte el abrazo que me pedís,
abrazarte con tanta fuerza
y no soltarte más.

Y lo intento,
 hace tiempo que lo intento,
hago fuerza para que mis brazos
te sostengan como ansiás,
para envolverte con la precisa
manera que tu cuerpo merece. 

Pero no puedo, 
por más que mi voluntad
quiera satisfacer tus ganas,
por más que cierta gratitud 
me obligue a querer date el abrazo justo,
mis brazos se resisten.

Y en silencio lo sabemos,
aunque tu espalda insista en
acurrucarse junto a mí,
buscando acaso mi abrazo perpetuo,
vos y yo sabemos que es inútil,
que el amor prescinde de voluntades,
y que es imposible forzar el deseo. 

Entonces quizás solo quede
 asumir que mis brazos fatigados
ya no pueden abrazarte,
y regalarte un último gesto amoroso,
 la libertad necesaria
para que encuentres ese abrazo suficiente,
ese que ya no quiera soltarte. 
















domingo, 4 de octubre de 2015

Algoritmo

Si pudiera decirte algo, 
si no me quedara mudo 
cuando tu cara es un algoritmo,
si supieras que mi silencio 
es la infantil manera que encuentro
para decirte tanto.

Pero siempre me encuentro con
ese conjunto ordenado
y finito de gestos, 
primero la sonrisa inmensa que te rosa las orejas,
para luego entrecerrar los ojos,
mientras amanece el sol en tu cara,
generando un nudo en mi panza,
y un deseo afónico
que me camina todo el cuerpo. 

Si pudiera contarte de mis imágenes,
y de mis dudas,  
enumerarte mis ignorancias 
y mis pesares,
si no me miraras así,  
obligándome a mirar para abajo
todo el tiempo. 

 Entonces disimulo mis cachetes colorados
mirando el piso,
y no me salen las ideas,
y se me lengua la traba,
y la piel es todo escalofrió. 
 y tengo de nuevo siete años,
y me muero de vergüenza.

Es que cuando sonreís así,
como si le dieras cuerda al reloj del mundo,
no puedo contarte de mis inútiles poesías,
que detesto los números pares,  
que colecciono broches rotos, 
y que nos vamos a casar algún día.

Si pudiera decirte algo, 
si supieras todo lo que pasa de este lado,
si tu sonrisa no diera inicio a ese algoritmo irresoluble,
sabrías que mi silencio no es cobardía,
y solo es la espontanea respuesta
 de este niño  
al que vives sonrojando.  








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