que yo también.
De verdad me gustaría
darte el abrazo que me pedís,
abrazarte con tanta fuerza
y no soltarte más.
Y lo intento,
hace tiempo que lo intento,
hago fuerza para que mis brazos
te sostengan como ansiás,
para envolverte con la precisa
manera que tu cuerpo merece.
Pero no puedo,
por más que mi voluntad
quiera satisfacer tus ganas,
por más que cierta gratitud
me obligue a querer date el abrazo justo,
mis brazos se resisten.
Y en silencio lo sabemos,
aunque tu espalda insista en
acurrucarse junto a mí,
buscando acaso mi abrazo perpetuo,
vos y yo sabemos que es inútil,
que el amor prescinde de voluntades,
y que es imposible forzar el deseo.
Entonces quizás solo quede
asumir que mis brazos fatigados
ya no pueden abrazarte,
y regalarte un último gesto amoroso,
la libertad necesaria
para que encuentres ese abrazo suficiente,
ese que ya no quiera soltarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario