martes, 10 de noviembre de 2015

Gol

Así como andás ahora en las canchas
de fútbol, 
proyectándote y apareciendo 
por el lateral,
apareciste en mi vida. 

Es decir, apareciste por el costado,
cuando ya no te esperaba,
porque yo era el menor de los hijos
y con mis dieciocho años
nada indicaba que iba a tener un hermano menor.

Pero sí, viene papá y me dice que voy a tener
un hermano, y un reflejo egoísta me invadió,
una absurda sensación de incertidumbre ante 
ese nuevo horizonte que se me habría.

Y en el aprendizaje constante de los días
entendí el mensaje vital que había en todo esto, 
porque la vida me ofrecía la oportunidad de hacer
lo que otros hicieron conmigo, 
de ser hermano mayor y cuidar de vos,
como mis hermanos lo hicieron conmigo.

Y entonces llegaste hermoso y sereno,
como hasta ahora, 
siempre con una sonrisa,
un gesto educado,
en silencio, 
intentando quizás hacer el menor ruido posible.

Y fuimos construyendo nuestro lazo,
pese a las circunstancias que nos mantuvieron
en distintas casas,
intentando estar presente todo lo posible, 
mientras vos crecías y me enseñabas
a tener un hermano menor. 

Y ahora que han pasado dieciséis años ya,
dieciséis años desde que papá nos dió la noticia,
y mi estómago se hizo un nudo egoísta,
agradezco profundamente tu existencia,
la curiosa manera que la vida encuentra
para mostrarnos siempre cuán ignorantes somos,
agradezco tus preguntas que me hacen sentir importante,
aunque no tenga casi ninguna de las respuestas, 
la confianza que depositas en mí para contarme de tus alegrías
y tus tristezas,
y sobretodo agradezco cada abrazo cómplice que nos damos,
con la boca llena de gol,
la excusa perfecta para seguir eligiéndonos. 













No hay comentarios:

Publicar un comentario