miércoles, 30 de diciembre de 2015

Brújula

La mayoría del tiempo no sé.
Me despierto sabiéndome ignorante.
Como si los días fueran un constante limpiarse lagañas,  
buscando entender porqué el horizonte está casi siempre en otra parte.

Y no lo digo con pesar,
no lamento en lo más mínimo 
no tener la certeza de a donde me estoy dirigiendo,
esto de andar la vida con la brújula rota. 

Aunque haya veces,
muchas veces,
que tirado en la cama con dolor de espalda,
me pregunto porqué carajo esa decisión,
esta manía de vivir buscando
respuestas a las preguntas equivocadas,
esta impresión de ser extranjero
mío todo el tiempo.

Como si cierta incertidumbre me escindiera
y procurára hundirme en el olvido 
de las historias que construyeron mi historia,
como si eso que algunos llaman presente,
fuera consecuencia de causas que yo ignoro. 

Entonces otro año termina
de desnudarse,
y los inútiles balances intentan
repetir sus argumentos,
detenerse en el puñado de logros
 en la proliferación de faltas,
con esa capacidad neurótica de tenerme lastima
y sentirme victima porque no corrí con mejor suerte.

Y cuando me encuentro en ese ejercicio,
en el de revolcarme en mis desgracias,
acudo al espejo que son los otros,
y ese espejo retrovisor abunda en rostros profundos, 
en miradas cómplices,
en gestos cotidianos para combatir la indiferencia,
en la camaradería de aquellos a quienes nos duele
la estupidez del mundo,
en sonrisas sencillas,
en vasos llenos de vino,
en abrazos que son respuestas.

Entonces uno entiende, 
las historias que son mi historia
bombean mi sangre, 
una profunda gratitud me abriga,
como si en ese instante la vida
fuera un grito lleno de sosiego.

Y la espalda ya no duele tanto,
la brújula encuentra el norte, 
la alegría es horizonte,
y balbuceo todas estas efímeras palabras 
para significar de algún modo
esta constante necesidad de darles las gracias,
por los dolores bien merecidos,
por los errores compartidos,
por multiplicar caminos,
por la inmensa generosidad
de equivocarse conmigo.

Salud Amigxs!











,

Tal vez

Yo sé que vos tal vez esperabas otra cosa.
Que te gustaría la luna, 
que te hable del amor infinito,
y que le ponga tu nombre a una estrella
mientras miramos el cielo.

Yo sé que tal vez te gustaría escuchar más certezas 
de mi boca,
que describa una pasión arrolladora,
y te haga promesas de amor eterno.

Pero nada de eso hoy me nace.
Es que ya intenté bajar muchas lunas,
ya dilapidé estrellas mal bautizadas,
ya prometí infinitos con la pedante juventud
de creer saberlo todo. 

Pero hoy no puedo, 
hoy no quiero.
Y como no puedo regalarte nada de eso,
como algo de mí aprendió que el amor
merece más gestos y menos juramentos,
te ofrezco este amor sin pretensiones.

Porque aunque no te pueda bajar la luna,
puedo apoyarte mi mano en la panza 
mientras esperamos que el dolor se vaya.
Aunque ya no pueda prometer el infinito,
puedo preparar el mate cuando andás cansada,
y llenarte de besos la cara cuando me contás 
como te entristece el sufrimiento ajeno.

Ya no puedo asumir la prepotencia de
amar para siempre, 
No puedo exigir que vengas a completar mi mundo, 
pues quizás el pasado nos enseñó a ambos
que el amor es más sano
cuando se asume incompleto.

Yo sé que tal vez esperabas otra cosa, 
una pasión que desborde,
un futuro concreto
y que probablemente no sea el hombre de tus sueños,
pero ya no sé prometer lo que no tengo, 
entonces te ofrezco este calor sincero,
un abrazo buscapina cuando te haga falta,
una mirada atónita cuando sonreís en silencio.
te regalo este amor modesto,
y estas ganas profundas
de querer verte reír todo el tiempo.