Mirá que yo soy un defensor de la tristeza eh, mirá que me la paso diciendo que en esta época llena de prospectos para ser feliz, en esta época del goce constante, la tristeza es una emoción necesaria, un mecanismo de defensa contra la estupidez del mundo. Que todos tenemos el derecho de andar tristes de vez en cuando sin tener que dar tantas explicaciones. Pero con vos esos argumentos no me sirven para nada. Con vos me pasa todo lo contrario, con vos no puedo.
Es que cuando estás así, cuando andás como mirándote para adentro, con la mirada nublada, con esa tristeza sin nombre, yo me pongo a dar vueltas cerca tuyo sin saber qué hacer, como un perro con la cola entre las patas. Y entonces hago chistes estúpidos, preparo mate en el mate de lata que a vos te gusta, te compro aceitunas rellenas y te pregunto sesenta y siete veces si necesitás algo mientras recurro a mi baúl de trucos bobos para ver si te saco una sonrisa, si te hago reír un poco. Y a veces vos me devolvés una sonrisa tibia, con tus ojos repletos de domingo, dándome a entender que la cosa no es conmigo, que te deje tranquila con tu tristeza llena de tiempo. Y yo te miro sintiéndome un payaso inútil, un bufón desorientado.
Y te dejo un rato sola, convenciéndome de que está bien así, que a todos nos pasa, que todos tenemos nuestros días, que a mi tampoco me gusta que me jodan cuanto estoy triste. Y vuelvo por un segundo a mis argumentos berretas, a repetirme que la tristeza es un derecho, a mis convicciones de horóscopo mojado. Pero eso me dura muy poco, dando vueltas por la casa con un nudo en la panza porque no aguanto verte así, con la mirada apagada. Y entonces lo intento otra vez, vuelvo con algún chiste idiota, algún refrán de esos que me enseñó mi viejo, vuelvo torpemente a intentar barrer tu tristeza, como haciendo caso omiso a tus ganas.
Pero tenés que saber que esta insistencia es culpa tuya, que sos vos la que me mal acostumbró. Vos y tu compulsión a sonreír de esa manera. Vos y esa sonrisa imperfecta. Sí, la culpa es tuya. En el fondo sé que es eso. Sé que es mi egoísmo miserable el que no soporta tus días tristes. Es mi deseo cachorro el que busca tu sonrisa todo el tiempo. Yo y mi narcisismo infante que se sostiene de tus gestos. Yo con la cola entre las patas el que hoy se contradice. Porque claro que sé que la tristeza es un derecho. Pero me vas a tener que disculpar, con vos no puedo. No soporto verte así, odio esos días. Esos, que me convierten en este payaso inútil, en este bufón desorientado que te escribe haciendo malabares para regalarse tu sonrisa.
Pero tenés que saber que esta insistencia es culpa tuya, que sos vos la que me mal acostumbró. Vos y tu compulsión a sonreír de esa manera. Vos y esa sonrisa imperfecta. Sí, la culpa es tuya. En el fondo sé que es eso. Sé que es mi egoísmo miserable el que no soporta tus días tristes. Es mi deseo cachorro el que busca tu sonrisa todo el tiempo. Yo y mi narcisismo infante que se sostiene de tus gestos. Yo con la cola entre las patas el que hoy se contradice. Porque claro que sé que la tristeza es un derecho. Pero me vas a tener que disculpar, con vos no puedo. No soporto verte así, odio esos días. Esos, que me convierten en este payaso inútil, en este bufón desorientado que te escribe haciendo malabares para regalarse tu sonrisa.
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