jueves, 3 de noviembre de 2016

El Hijo del Gallego (segunda parte)

"Vos tenes que estudiar, no seas un boludo como yo" , me repetía siempre mi viejo. Supongo que ese consejo era una mezcla de frustración personal con el deseo de todo padre de que su hijo estudie en la universidad. Y supongo que ese consejo no era solo suyo, era la voz propia de toda una generación. Esa que queriendo estudiar no pudo, o pudiendo no quiso, esa generación, la de mis viejos, que veía en el estudio universitario una promesa de futuro, de una vida mejor.
Será por eso que yo pude estudiar y recibirme. Un poco por eso, y otro poco porque tuve la posibilidad. Pero no hubo en ese tránsito universitario, ni lo hay hoy en mi oficio, nada parecido a una vida mejor. Quiero decir, sí probablemente he tenido mejores posibilidades, puedo vivir de lo que estudié, y si no pasa nada extraordinario, moriré viviendo de ello. Pero haber tenido mejores posibilidades, no me convierte de ningún modo, en mejor tipo que mi viejo.
Porque hace rato entendí que mi viejo tiene un talento que escapa a las universidades y los academicismos. Y aunque crean que es una exageración, una mirada de hijo que ve gigante a su padre, los que lo conocen, saben que hablo en serio. Mi papá tiene soluciones para todo, mi papá es una máquina de hacer favores, quiero decir mi viejo es millonario en gestos. 
Cada vez que he tenido un problema, cada vez que necesité ver un médico de urgencia, o necesitaba laburo, cada vez que se me quedó el auto, me quedaba sin luz en casa, o un amigo necesitaba una mano, mi viejo me daba un teléfono, y me decía: "Llámalo de parte mía, decile que sos el hijo del gallego".
Y con un poco de timidez, pero sobre todo con urgencia, yo llamaba a el "Bocha", o el "Turco", a "Puchi", a el "Dado", a "Pelé", o al "Richi", y al rato tenía mi problema resuelto. Y como si eso fuera poco, cuando llegaba el momento de pagar, siempre recibí la misma respuesta: "No se te ocurra darme nada. Vos no sabes los favores que yo le debo tu viejo".
Y dicho así, suena como si mi viejo fuera político, o un capo de la mafia, un tipo al que le tienen miedo y por eso todos les responden.  Pero nada de eso, no soy el hijo de un Intendente, ni soy hijo de Don Corleone, ni soy el hijo de....yo soy el hijo de "El Gallego", un tipo que sin universidad de por medio, tiene una maestría en resolver problemas ajenos.
Por eso cuando lo veo atender el teléfono a toda hora y salir corriendo como loco a conseguir una garrafa, una cama y un colchón nuevo para esas familia que se les quemó el rancho o cargar el baúl del auto con leche y alimentos para una escuela, o llamar a la radio pidiendo una heladera para un comedor, yo lo miro sabiéndome ignorante.
Por eso cuando todos lo saludan en el pueblo, y él responde con un chiste, diciéndome "no tengo idea quien es este", mis estudios universitarios se vuelven obsoletos.
Porque hay tanto doctor en lamer botas, tanto licenciado en ignorar dolores, tanto ingeniero en mirar para otro lado, tanto moralista del discurso, que yo te miro ahora y me dan ganas de decirte que siempre estuviste equivocado viejo, que vos no sos ningún boludo, que a mí me llena de orgullo el papá que tengo, que la universidad no garantiza nada, a lo sumo y con suerte, un poco de plata, pero que la solidaridad no se aprende en los manuales, y que si algo aprendí de vos es que habitar el dolor del otro es una cosa ética y no técnica, y que en eso, sos es el mejor de los maestros.
Y decirte, sobre todo decirte, que ojala llegue a ser un poquito como vos, millonario en gestos, licenciado en buena gente, y que el día de mañana cuando mis hijos necesiten un favor, sientan su corazón hincharse como yo siento el mío, cada vez que tengo que escuchar: "No se te ocurra darme nada. Vos no sabes los favores que yo le debo a tu viejo".

Matias de Rioja
04 de Noviembre de 2016

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