Ando como distraído.
Son días en que buceo dentro mío buscando
eso que no aparece.
Y cierta frustración me invade.
El temor de no encontrar la forma
de que el deseo se oriente.
Eso pensaba mientras mirábamos el mar
y me abrazabas.
En esa manía que tengo de rascarme el ego.
El ejercicio de buscarme y no encontrarme,
de andar perdido en un ovillo de dudas,
temeroso de decepcionarme
temeroso de decepcionarme
y decepcionarte.
Y mientras pensaba en todo esto,
vos apoyaste tu cabeza en mi hombro
despabilándome con un gesto
y entendí que hacia rato estaba equivocado.
Que el habito de mirar para dentro
estaba agotado;
que el deseo nunca encontrará
las palabras adecuadas,
que la búsqueda de uno
siempre parte desde otros,
y que en vos hacia rato me había encontrado.
Y que acaso la felicidad sea eso.
El silencio de uno mismo,
mientras el mar nos mira
y yo persista en tu abrazo.
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