jueves, 16 de marzo de 2017

Sobre el adiós

¿Desde dónde hablar sobre el adiós?
¿Desde qué lados?
¿Desde la mano que titubea al despedirse o
desde los ojos que resisten la partida?

¿Y de quién es el adiós?
¿A quién le pertenece?
¿A quien busca dejar atrás eso que lo habita,
los calvarios bajo piel,
el cadáver de otros días,
un durante que se volvió amarra?
¿O de quien se rehúsa a despedirse,
de quien resiste en un abrazo que agoniza,
de quien ruega un poco más?

¿Es el adiós necesariamente un límite?
¿Un punto final implorando distancia?,
¿o se dice adiós deseando lo que aún se ignora?

¿Y de qué está hecho el adiós?
¿De memoria muerta,
de existencia opaca,
de amor perecedero?
¿o de obstinada persistencia,
de imposible olvido,
de herida siempre abierta?

Y quien dice adiós,
¿sabe acaso lo que dice?
¿De qué se está despidiendo?
¿Alcanza acaso decir adiós para despedirse?
¿O es sólo una coartada cobarde,
un vano intento por alejarse de aquellos que son uno,
corazones de carne ajena que irrigan nuestra sangre?

¿Y cuántas caras tiene el adiós?
¿Alguien vió sus fotos?
¿Un único y solitario rostro que condensa todo lo que se despide?
¿O una serie infinita de miradas que insisten en volver?

Y por último,
¿Cuál es el sentido del adiós?
¿Agachar la mirada como quien acepta lo irreversible del tiempo?
¿Una suerte de flor que se deja en el cementerio del pasado?
¿O se dice adiós con los labios llenos de esperanza?
¿Con el temblor de todo el cuerpo?,
¿Con la vida en la garganta,
empecinada en darnos 
otra oportunidad?



Matias de Rioja


miércoles, 15 de marzo de 2017

La culpa no es del chancho

Es difícil cuidar a mamá. Y no quiero decir con esto que mamá sea una mujer difícil.  Acaso lo difícil, lo realmente complejo es que mamá se deje cuidar por nosotros. Es que supongo que esa inversión de roles, ese dejar de cuidar para pasar a ser cuidada, dispara toda una suerte de resortes hasta ahora ignorados por todos.
Porque de pronto es ella la que está en una cama necesitando que le arrimen un vaso de agua, tomar algún remedio y hay que estarle encima para que cumpla con las sugerencias de la doctora de que no haga esfuerzos.
Y un poco entiendo que sea difícil para mamá dejarse cuidar, porque debe ser complicado para alguien que siempre fue una usina de regalar cuidados, esa transición, ese pasaje.
Por eso cuando se enoja, cansada de que le estemos encima y medio nos ladra pidiéndonos que la dejemos tranquila, y me pregunta si me traje abrigo porque afuera está frío, si es cómoda la cama donde estoy durmiendo, o pidiéndome que me fije si mi hermana esta comiendo bien, algo adentro mío alcanza a comprender.
Porque entiendo que es una voz irrenunciable la que habla, que por más reposo, retorcijones  y dolor constante, ella no puede con ese oficio, con ese obstinado deseo de cuidar que en ella tanto abunda y en otros lados tantas veces escasea.
Entonces mi hermano la reta y le dice que se deje de joder, que ahora nos toca a nosotros, que es tiempo de dejarse cuidar, y ella lo mira con su sonrisa eterna y todos nos reímos un poco. Porque sabemos que somos medios nuevos en esto, y a mi me viene a la cabeza esa frase que tanto repite mamá, esa de que "la culpa no es del chancho, si no de el que le da de comer", y se la digo mientras le alcanzo otro vaso de agua, porque la doctora nos dijo que tenía que tomar mucha agua, y cuando escucha de mi boca está frase tan suya, ella se ríe otra vez. Porque en el fondo mamá sabe que tengo razón, sabe aunque nunca diga nada, con esos saberes que son cuerpo y no palabra, ella sabe que no hubo un día desde que yo tengo memoria que no estuviera cuidándonos cotidianamente, habitando ese espacio tan delicado que es proteger desde la libertad. Ella sabe que todo esto es culpa suya, que si ahora estamos dándole vueltas alrededor, como lobos defendiendo su guarida, y mi hermano que siempre anda como loco detiene su mundo porque hay que cuidar a mamá, y mi hermana hace meses no descansa para conseguirle todos los turnos, y ya no le molesta cuando le dicen "sos igual a tu mamá", y yo me hago los kilómetros que sean necesarios para acompañarla un poco, si nosotros hacemos lo que hacemos es porque fue mamá la que nos enseñó que el amor es antes que nada un acto, que hay que ofrecerse siempre para alojar el dolor ajeno, a multiplicar hospitalidad y agregar un plato aunque la comida sea poca.
Si, aunque le sea difícil dejarse cuidar, la culpa no es del chancho, y entonces sólo nos queda repetir sus gestos, su continuo maternaje, ese ejercicio constante de desplegar ternura del que nos nutrimos tanto.

domingo, 5 de marzo de 2017

Desatanudos

Hoy es uno de esos días en que amanezco hecho un nudo. Esa suerte de habito dominguero que me cierra sobre mi mismo, y torna casi imposible encontrar la punta que me desate.
Y sé que soy un cliché, que no hay ninguna originalidad en esto. Que soy parte de una horda infinita de neuróticos que coincidimos en teñir los domingos en una telaraña de contradicciones.
Y mientras me alcanzás un mate me preguntás que me pasa, y cuando te quiero contar no se bien por donde empezar. Busco una razón sensata, esgrimo alguna hipótesis, hago silencio para darme tiempo, hasta terminar de nuevo en el corazón del nudo, sin palabras y con las lagrimas en la punta de la lengua.
Como si no pudiera dejar de repetir las mismas rutas mentales que me llevan a chocar conmigo, y todo dentro mío es un embotellamiento de ideas que no encuentran otro camino que la angustia y el desasosiego.
Y camino la casa con el ceño entre fruncido, queriendo estar lejos de mí todo el tiempo, y me tiro en la cama otro rato, como un acto reflejo que me permita seguir dándome lástima, entonces vos te me acercas con la excusa de preguntarme que tengo ganas de comer, y ponés el disco que sabés que me gusta, me susurras unas palabras y me das un beso cómplice hasta dejarme solo nuevamente.
Y te veo irte de la habitación con ese andar sencillo, y te detenés para regalarme un último gesto, me mirás haciendo una mueca con toda la cara, obligándome, pese a que no quiera, a que se me escape una sonrisa.
Y entonces me doy cuenta que un nudo nunca se desata solo, que para salir de uno necesitamos otro que tire de la punta del ovillo, que no hay miseria que se soporte sola, y que vos sos mi desatanudos, quiero decir, mi camino hacia el sosiego, la ruta necesaria para curarme de mi mismo.

Matias de Rioja