Es difícil cuidar a mamá. Y no quiero decir con esto que mamá sea una mujer difícil. Acaso lo difícil, lo realmente complejo es que mamá se deje cuidar por nosotros. Es que supongo que esa inversión de roles, ese dejar de cuidar para pasar a ser cuidada, dispara toda una suerte de resortes hasta ahora ignorados por todos.
Porque de pronto es ella la que está en una cama necesitando que le arrimen un vaso de agua, tomar algún remedio y hay que estarle encima para que cumpla con las sugerencias de la doctora de que no haga esfuerzos.
Y un poco entiendo que sea difícil para mamá dejarse cuidar, porque debe ser complicado para alguien que siempre fue una usina de regalar cuidados, esa transición, ese pasaje.
Por eso cuando se enoja, cansada de que le estemos encima y medio nos ladra pidiéndonos que la dejemos tranquila, y me pregunta si me traje abrigo porque afuera está frío, si es cómoda la cama donde estoy durmiendo, o pidiéndome que me fije si mi hermana esta comiendo bien, algo adentro mío alcanza a comprender.
Porque entiendo que es una voz irrenunciable la que habla, que por más reposo, retorcijones y dolor constante, ella no puede con ese oficio, con ese obstinado deseo de cuidar que en ella tanto abunda y en otros lados tantas veces escasea.
Entonces mi hermano la reta y le dice que se deje de joder, que ahora nos toca a nosotros, que es tiempo de dejarse cuidar, y ella lo mira con su sonrisa eterna y todos nos reímos un poco. Porque sabemos que somos medios nuevos en esto, y a mi me viene a la cabeza esa frase que tanto repite mamá, esa de que "la culpa no es del chancho, si no de el que le da de comer", y se la digo mientras le alcanzo otro vaso de agua, porque la doctora nos dijo que tenía que tomar mucha agua, y cuando escucha de mi boca está frase tan suya, ella se ríe otra vez. Porque en el fondo mamá sabe que tengo razón, sabe aunque nunca diga nada, con esos saberes que son cuerpo y no palabra, ella sabe que no hubo un día desde que yo tengo memoria que no estuviera cuidándonos cotidianamente, habitando ese espacio tan delicado que es proteger desde la libertad. Ella sabe que todo esto es culpa suya, que si ahora estamos dándole vueltas alrededor, como lobos defendiendo su guarida, y mi hermano que siempre anda como loco detiene su mundo porque hay que cuidar a mamá, y mi hermana hace meses no descansa para conseguirle todos los turnos, y ya no le molesta cuando le dicen "sos igual a tu mamá", y yo me hago los kilómetros que sean necesarios para acompañarla un poco, si nosotros hacemos lo que hacemos es porque fue mamá la que nos enseñó que el amor es antes que nada un acto, que hay que ofrecerse siempre para alojar el dolor ajeno, a multiplicar hospitalidad y agregar un plato aunque la comida sea poca.
Si, aunque le sea difícil dejarse cuidar, la culpa no es del chancho, y entonces sólo nos queda repetir sus gestos, su continuo maternaje, ese ejercicio constante de desplegar ternura del que nos nutrimos tanto.
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