A mí lo que me salva
son esos primeros cinco minutos.
Ahí cuando todavía
en nuestra cama bote
el ruido del mundo no nos alcanza.
Ahí,
entre lagañas,
bostezos,
y pereza
nuestras piernas
insisten,
se buscan y conversan.
Y en esos momentos
previos a la urgencia
de los días,
hay palabras que están prohibidas:
formulario,
eficacia,
normalidad,
moral
y progreso,
son algunas de ellas
Hay otras que
convocamos con
frecuencia:
frazada,
gato,
sosiego,
miel,
quizás,
y torpeza.
Y tal vez,
esos pocos minutos
que son mil de los otros,
esos que estiramos
entre mate amargo,
proximidad
y silencio
son nuestra pequeña
trinchera.
La manera que nuestra
fragilidad encuentra
para protegerse piel adentro,
del aturdimiento
incesante del afuera.
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