jueves, 29 de agosto de 2019

Arte

La adultez llega cuando uno aprendió a fingir con precisión. Se trata de ir ocultando el niño que fuimos, ir matando de a poco nuestra infancia. Por eso empezamos a fumar, tosemos, nos pica la garganta y volvemos a intentar. Por eso dejamos la leche chocolatada, la gaseosa y nos pasamos a la cerveza, al vino o a la petaca de café al coñac y por eso también, dejamos de llorar en público. Tenemos que ser adultos, y la adolescencia es el medio para completar ese doloroso proceso de ficción. Se trata dejar atrás la frágil verdad que éramos para convertirnos en la sólida mentira que seremos hasta el final. El ejercicio normalizador de peyorizar las emociones en nombre de la razón. 
Quizás el arte sea -en todas sus formas- un puente hacia esa infancia perdida. La forma que encontramos para resistir la adultocracia. 
Por eso el poder le teme. 
El arte es el arma más poderosa para no dejarnos domesticar.

miércoles, 28 de agosto de 2019

consejo

Yo, lo que haría en tu lugar...
me dijo.
Vi al mundo empalidecer
y a los pájaros huir
a tiempo.

Tenés que madurar
insistió,
y el mar hizo silencio
mientras mi boca gemía de sed.

La verdad es...
dijo después
y a esa altura,
el perro escondía su cola
y una sombra lo envolvía
todo.

¿Entendés lo que
te quiero decir?
finalizó
y yo pensé en una sábana
que me devolviera a mi infancia. 

Un último consejo, agregó
y yo,
apunto de ser asfixiado,
empecé a correr.









viernes, 16 de agosto de 2019

Algoritmo

Quizás fue la mirada
obscenamente puesta
afuera,
y el olvido de mirar
para adentro.

Quizás fue su universo de
de significantes vacíos:
si se puede,
futuro,
mercado,
primer mundo,
yo,
y el imperdonable olvido
de palabras cómo:
infancia,
presente,
techo,
fragilidad,
nosotros.

Quizás se obstinaron en
hacer de lo privado una patria,
y de lo público un adversario. 

Quizás se convencieron
de que la política es
un mérito individual,
y olvidaron que lo político
debería ser siempre
una experiencia plural.

O quizás sea que no fue olvido
sino voluntad,
y creyeron,
de verdad creyeron,
(y eso es acaso lo monstruoso),
que el otro es sólo un algoritmo
y no un rostro al cual alojar.