El error fue creer
que tenía que dejar de ser yo
para que hubiera un nosotros.
No fueron tus ciclotimias,
ni tus ambigüedades,
ni tus gestos precarios,
fue mi esfuerzo estéril por ser
aquello que no era.
No fueron tus contradicciones,
ni tus dudas permanentes,
ni tus silencios recurrentes.
Es que me había
vuelto un extranjero de
mi mismo con el afán
de entusiasmarte.
Quiero decir,
aunque me lo advirtieran,
aunque me dijera que el amor todo lo puede,
aunque frente al espejo no me reconociera,
el problema fue mi obstinación en sacrificar
mi deseo para ajustarlo al tuyo.
Porque no es cierto
que el amor todo lo sufre,
todo lo espera,
todo lo soporta.
Ese es un romanticismo idiota
y peligroso.
Y ahora que miro para atrás,
ahora que ya no duele,
entiendo que el amor
es sinónimo de libertad
y no de sacrificio.
Acaso el amor sea
la potencia de ser uno junto a otro.
La intensidad que nos vuelve
mejores que cada uno
de nosotros dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario