Que todo obedece a causas precisas,
a un sendero definido,
a un horizonte puntual .
Nunca lo supe.
Todo fue llegando después.
Como un mar que te devuelve a la orilla,
una resaca,
un menos mal.
Y claro que sé que tuve suerte.
Que podría haber sido de otro modo.
Que todas las veces que lancé la moneda
fue porque,
antes que nada,
tenía una moneda.
Pero eso no es el cosmos,
ni la norma,,
ni siquiera una verdad.
Mi camino es el de muchos,
pero no el de todos.
Pude entrar.
Conocía a alguien
que conocía a alguien;
me dejaron pasar.
Callé cuando otros hablaron,
o salté justo cuando
había que saltar.
Pero mi mundo no es el mundo.
y si no soy parte de los rotos,
fue por suerte, no por voluntad.
No hay mérito.
Todo llegó después.
Y para que haya después,
alguien tiene que asegurarte el antes.
Sí,
nunca supe hacía dónde,
pero siempre tuve con quién.
Esa esa toda mi suerte,
esa es acaso,
toda mi virtud.