Cuando era chico iba al almacén
jugando a no pisar
las líneas de las baldosas,
pero siempre en algún momento perdía.
Entonces miraba para el costado asegurándome
de que nadie me viera,
y volvía a empezar.
Cuando tiraba al aro en el patio de casa,
prometía que si embocaba diez veces seguidas
mamá y papá dejarían de pelear.
Nunca las embocaba,
entonces cambiaba la reglas,
me permitía errar tres veces,
Me daba otra oportunidad.
Me pasa ahora,
cuando sé que tengo que sentarme
a escribirte y no lo hago.
Me invento una excusa.
busco algo me distraiga.
me doy unos días.
Me hago trampa desde que soy chico.
No es por maldad,
así aprendí a defenderme.
Quizás porque me duele no poder.
Como aquel niño saltando entre baldosas,
permitiéndose una vida más.
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