Voy lento.
Como si todo tuviera que suceder después.
Más tarde de lo que quiero.
Por más que lo sepa,
lo piense,
y divise mi horizonte,
la pereza que me habita me demora.
Y me lo reprocho
Siento ganas de despertarme algún día lejos mi.
De mis modos,
mis dilaciones,
mi rumeación constante.
Para que todo suceda antes.
Para no temerle a lo que deseo.
Pero entonces llego.
Sucede,
un poco más tarde,
pero sucede.
Y me digo que está bien.
Que tenía que ser ahora.
Que nadie es puntual con uno mismo.
Que quizás la lentitud es una forma del miedo,
pero también una forma de llegar.
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