lunes, 27 de abril de 2020

eco

La ausencia del afuera
retumba puertas adentro.
Todo lo que hacemos,
lo que sentimos,
lo que pensamos,
vuelve amplificado,
como un eco íntimo y extraño.
Y en esta caja de resonancia
en la que se han vuelto los días,
algunos gestos se potencian.
Las ausencias son truenos
que nos sobresaltan,
los afectos inundan la memoria,
y los los recuerdos se vuelven el
mapa de regreso de lo que una vez fuimos.
Y encuentro cierto placer en ello.
La prueba concreta de que es cierta
esa neurótica idea de que uno valora
lo que tiene,
recién cuando lo pierde.
Pero las puertas volverán a abrirse,
y volverán los viejos hábitos,
el tiempo escaso,
y la tendencia a inventar coartadas
para estar solos.
Y entonces podremos escapar
de nosotros mismos.
El ruido extranjero será la manera
de diluirnos, otra vez,
en la hostilidad del mundo.
Mientras tanto seguiré atento
a esta reberverancia,
al susurro que me recuerda
que soy un eco.
El tartamudeo débil de todas
las voces que llevo dentro.

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