jueves, 23 de diciembre de 2021

Con

Hay una idea cuyo eco resuena una y otra vez.

Una idea falaz, sacrificial, casi religiosa: 

hay que hacer las cosas por el otro. 


Hay otra quizás peor. 

Moralizante, acusadora,  

condescendiente con uno mismo:

Hay que hacer las cosas pese al otro. 


Entonces, 

si lo hago por el otro,

soy así de generoso. 

Si lo hago pese al otro,

soy así de tolerante. 


Ambos modos, 

pese y por, 

suponen la pedantería de ubicarnos 

siempre en un escalón superior,

y entonces el otro está ahí 

-abajo- 

solo para confirmar nuestro propio virtuosismo.  


Quizás se trate de suspender esa arrogancia del yo, 

esa jeraquía idiota que mira siempre desde arriba, 

para desmotar el caballo del ego 

y asumir la mirada simétrica. 


Si, 

no es por el otro. 

no es pese al otro, 

es con el otro.  

Ese que vuelve al yo, 

una comunidad.  




martes, 2 de noviembre de 2021

Perro

 -Tenés el corazón de un perro -dijiste.

Yo pensé en esos perros bobos,

que mueven la cola ansiosamente,
andan con la lengua afuera,
y se tiran panza arriba
para que los acaricien.

Después te fuiste sin dar explicaciones,
y yo vi a mi corazón echarse
todas las tardes frente a la puerta de casa,
con la cabeza entre las patas
y esa mirada insoportable
que tienen los perros tristes.

Desde entonces este corazón perro
le aúlla a los trenes,
le gruñe a los desconocidos,
y no deja dormir al barrio
ladrándole a sus fantasmas.

Ahora,
mi corazón es un perro
sentado frente a la tumba de su dueño,
haciendo guardia sin moverse,
porque ignora,
no sabe,
que lo que muere nunca más vuelve.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Cuando todo esto termine

Cuando todo esto termine.
Vengo repitiendo seguido esta frase.
Cuando hablo,
cuando escribo,
cuando pienso.

Y sospecho que es mi manera de poner certeza
ante tanta incertidumbre.
Como si la real angustia de estos días
se diluyera en todo lo que haré después,
cuando esto pase.

Y sé que es una trampa,
un modo de defenderme,
Mi obsesiva manera
de querer tener el control
incluso ante lo incontrolable.

Y la verdad no sé cómo será el mundo
cuando todo esto termine.
Ni cuándo ni cómo.
No sé si aprenderemos algo,
si dejaremos de ser hostiles con todo lo otro,
lo diferente a nosotros mismos.

No sé si la vida en comunidad 
al fin será el horizonte,
o si seguiremos entendiendo la vida
como una mercancía,
de la misma manera que lo hacíamos,
antes de que un virus nos devolviera
a nuestra insignificancia.

Y entre tanta incertidumbre,
un puñado de deseos se me imponen
todos los días en mi conciencia.
La necesidad de que todos los rostros que amo
estén ahí afuera,
cuando este confinamiento termine.

Si, quizás eso sea todo lo que mi egoísmo desea. 
La certeza de que volveré a rozar las manos
de mamá mientras me alcanza un mate,
que veré a mi padre caminar con sus pantalones caídos
y le aceptaré siempre otro vaso de vino.
Que con mis hermanos
seguiremos haciendo circular la ternura
con asombrosa ironía,
y que ahí estarán los amigos y las amigas,
para seguir celebrando resacas. 

Y una cosa más se me impone:
La necesidad de seguir caminando mis días junto a ella.
La persona con la que quiero estar
cada vez que quiero estar solo,
la que espero siga estando ahí,
cuando todo esto termine. 

Lento

Voy lento. 

Como si todo tuviera que suceder después. 

Más tarde de lo que quiero. 

Por más que lo sepa, 

lo piense, 

y divise mi horizonte,

la pereza que me habita me demora. 


Y me lo reprocho 

Siento ganas de despertarme algún día lejos mi. 

De mis modos,

mis dilaciones, 

mi rumeación constante. 

Para que todo suceda antes. 

Para no temerle a lo que deseo. 


Pero entonces llego. 

Sucede, 

un poco más tarde, 

pero sucede. 

Y me digo que está bien. 

Que tenía que ser ahora. 

Que nadie es puntual con uno mismo. 

Que quizás la lentitud es una forma del miedo, 

pero también una forma de llegar.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Viento

-Amo el viento -repetía mamá cada vez que las rafagas de setenta kilometros 

hacian temblar las ventanas de casa.

Yo no entendía. 

Cómo alguien podía amar la arena en los ojos, 

el hostigamiento de la tierra en el cuerpo, 

los carteles rodando por todo el pueblo. 

-¿Cómo puede ser que te guste el viento? - le reproché una tarde. 

-Me hace acordar a mi infancia -dijo.  

Yo hice silencio.

Ahora que estamos lejos y hay alerta de vendaval en Buenos Aires,  

comprendo. 

Entonces preparo el mate, 

salgo al patio de casa,  

sonrío pensando en mamá  

y dejo que me abrace el viento.   


 

martes, 21 de septiembre de 2021

Selfie

Me agotan ciertas urgencias.
La banalidad de lo inmediato.
El goce de la selfie permanente, 
el ego como todo punto de partida, 
el yo como espectáculo.

Me preocupa la tiranía del amor propio,
el mandato de abrazarse a si mismo
como quien se masturba, 
la intimidad como vidriera, 
el eco de la propia voz. 

Me frustra la salud como mercancía,
el amor en cápsulas blandas,
el tiempo como moneda,
el cuerpo moralizado,
el olvido del dolor ajeno. 

Y lo digo sin prepotencia,
con la tenue esperanza de subvertir 
el imperativo del espejo, 
de explorar la espesura de un rostro
que no sea el nuestro,
extraviados en un deseo 
que no necesita ninguna foto. 


 
 

 



 










domingo, 27 de junio de 2021

Kairós

Me preguntaste si había forma de recuperar 

los abrazos que no nos dimos.

Todo eso que perdimos bajo esta nube negra. 

Qué haríamos con toda esa potencia contenida puertas adentro,

con este presente suspendido en la esperanza de futuro que se demora. 


Como siempre, no supe que decirte.

Es que cuando te escucho suelo estar embobado,

como si todo lo que pudiera responderte fuera un balbuceo estéril. 

Me pasa desde chico con las personas que admiro.

Entonces hago silencio y espero. 

Algunos confundieron con inteligencia 

a esa forma de la vergüenza.  


Ahora que pasaron unos días,

ahora que puedo masticar tu pregunta que vuelve una y otra vez, 

me atrevo a decirte que no.

No podemos recuperarlos. 

No, si creemos en eso de la irreversibilidad del tiempo. 


Pero acaso tengamos una coartada. 

Una pequeña ventana para escaparnos 

de una vez por todas de Cronos. 

De esa carcelaria temporalidad que solo se mide

de manera lineal, continua, unívoca, hacia adelante.  

Esa que vacía el presente de sentido

hasta hacerlo desaparecer en nombre de lo que ayer fue,

o de lo que mañana vendrá.   


Quiero decir, 

quizás cuando la nube negra desaparezca, 

finalmente sea el tiempo del Kairós.

Entonces dejaremos de darnos por supuesto,

y nos detendremos en cada cesura,

en cada paréntesis, 

en la excepción de cada encuentro.   


Y todo abrazo será siempre un estreno,

y lo será cada vino,

cada mirada, 

cada conversación,  

y nos sumergiremos en el otro

como niños que juegan juntos por primera vez. 






 







   


lunes, 29 de marzo de 2021

Distancias

Uno se construye con lo que tiene a mano,

Nos aferramos a los que nos roza como a una bandera. 

Por eso los amigos son siempre los mejores,  

y el barrio funciona como una fe. 

Una lealtad -muchas veces absurda-  a lo que nos tocó.  


Pero entonces uno descubre que había otras patrias.

Otras miradas, otros rostros, otra verdad. 

Que, a veces, eso que está lejos, 

 -que no tiene nuestros modos, nuestras alegrías, ni nuestra piel-

también puede ser un destino.    


Lo que conocemos, 

lo que teníamos cerca,

el barro del que estamos hecho 

no es necesariamente una ventaja,

tampoco, 

una debilidad. 


Quizás, cercanía no es sinónimo de virtud. 

Hay distancias que vale la pena atravesar. 

Todo lo que no conocemos 

también puede ser un hogar.





viernes, 19 de febrero de 2021

Oferta y demanda

Era tan poco lo que te pedía. 

Apenas una mirada, 

un gesto frágil,

un pedacito de futuro. 


Era tan poco, 

una palabra temprana,

una coincidencia, 

una oportunidad genuina. 


Era tan poco, 

lo mendigué tantas veces, 

de tantas maneras, 

que me convencí que lo importante 

era lo que no me dabas, 

y no lo que yo ofrecía.  

  



   



jueves, 21 de enero de 2021

Ausencia

De ocho a trece estoy cubierto con el trabajo,

-horario reducido-.

nunca trabajé con tantas ganas. 

Llego a casa y me preparo un almuerzo saludable

de esos en los que no creo.  

Dicen que la cocina es terapéutica.


Como dormir hace tiempo es muy difícil,

suspendí las siestas. 

Así llegás más cansado a la noche,

dijo el psicólogo.  

Así que me anoté en un curso de guión por Internet.

Es bastante malo, 

pero con eso tiro hasta las cinco de la tarde.

La hora en la que empieza el verdadero peligro. 


Compré veinte litros de pintura blanca

y empecé por nuestra habitación. 

Bueno, perdón, mi habitación.  

Pintar era más complejo de lo que pensaba. 

Eso es bueno. 


Con la hipertensión como coartada,

decidí salir a trotar por la ciudad.

Todos los días una hora.

Justo yo que siempre me burlé los runners. 

Correr no es recomendable.  

Te hace pensar,  

y yo no quiero pensar. 


A la cena llegó bastante cansado, 

buscó recetas en Youtube,

me abro un vino, 

y pongo a descargar una película. 

Un clásico, alguna pendiente. 

De esas raras que vos detestabas.


Ya para la media noche con un par

de botellas encima, 

me tomo una pastilla, 

y le doy play. 

A veces, si tengo éxito,

me duermo antes de terminarla.   


Eso así, antes, siempre,

pongo la alarma a las siete y diecisiete. 

-sabés que odio los números pares- 

entro a nuestro último chat, 

miro el lado vacío de la cama. 

Pienso en el día de mañana. 

En todo lo que haré ocupado por tu ausencia.