lunes, 17 de diciembre de 2012

Palíndromo.


Pequeña sonrisa de cristal, misteriosa silueta que se me escapa.
 Contraste de tibias formas que materializan lo imposible.
 Un signo de interrogación que viene desde lejos y una mirada que danza al compás de las palabras. 
En todo esto descansa el secreto que no quieres contar, gestando en su sueño, mi desesperación por tanto silencio. 
Me pregunto cuantas preguntas quedaran inconclusas a medida que las circunstancias nos vayan desapareciendo. 
Mi mano gateando en tu espalda en un eterno devenir de bocetos indelebles. 
Exhaustos de hacernos un amor que nunca es un solo amor, que nunca es un mismo amor, las uñas arrancan  pieles empapadas por el agua tibia de los cuerpos. 
El irremediable temor a no saber cuidar esa pequeña fuga de cristal, la onírica sensación de que puedes resbalarte de estas viejas manos para caer al frío piso y estallar en mil astillas. 
La respiración entrecortada y el grito que casi se me escapa para caer en la cuenta que solo fue otra pesadilla.
El omnipotente deseo de cargar con una responsabilidad que me trasciende y me trastorna, un Ego – ismo inherente, como una suerte de inútil caja fuerte para este delirio de cristal, y por supuesto, la preocupación a la que mi negligencia  me condena. Eternas dudas que al fin encontraron una única coartada  y conviven tibiamente con la pérdida agazapada.
Esa fragilidad desnudándose en mi cama, revelando armoniosas maneras de sentir la libertad.
 El inevitable fuego de miradas hasta ver quien se quema primero, provocando cómplices arco iris en tu cara.  Pequeña sonrisa de cristal que dibuja esperanzas en el aire aceptando el juego al que la someto. Al que me somete. Al que nos sometemos.

 Recuerdo aquella extraña química primitiva en la que nos sumergimos una noche, ¿No estaba todo dicho desde un principio? ¿No es todo esto un mero transcurrir en un camino ya recorrido? Tal vez sí lo sea, tal vez sea cierto que eso que vimos sin los ojos es la única manera de escribir el fin de nuestro cuento.

Mecanismos recíprocos para darnos una verdad, aunque sea de mentira. Un juego blanco que no busca lastimar a nadie, redimiendo culpas jubiladas. 
Pequeña sonrisa de cristal que permites mostrar mis peores ropas y abrigar cierta vergüenza, cuantas veces temí al ridículo y ahora ríes ingenua de mi ciega resistencia.
Asirnos a la Sonrisa, o si se prefiere al revés, asirnos a la sonrisa, palíndromo disfraz que amaga con explicarlo todo.
Y no hace falta que escriba más, ya se que no hablaras, dejándome buscar a mi eso que no puedo encontrar. 
Pero pequeño arco iris de cristal cuando me leas esta vez, 
¿Me dirás adonde vas cuando me miras?.

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