lunes, 8 de julio de 2013

Miedo

Es tan lindo Ciruela, tan caprichosamente real.
Verte ahí, dormida, acribillándome los ojos, 
esquivándome la mirada con tu vergüenza de piel desnuda.
Porque como todo fantasía, ésta quedó chica, 
 un talle menos que lo real,
despertándome con la tibia certeza de que habíamos lanzado la primer piedra.
Que vos la tiraste, claro, cansada tal vez de mis inocuas elucubraciones,
dándole inicio a un juego de carne y hueso,
de puente, sudor contra sudor,
de pieles cuyas geografías se recorren inseguras.  
Y ahora tengo miedo, tanto miedo, miedo de tener miedo, 
un metamiedo mirá, como un miedo a que todo el miedo
previo no haya sido suficiente.
Y de sopetón estas ahí, desnuda en mi cama
sin darme tiempo a preparar mis defensas lúdicas,
mis peros, mis tal vez, mis quizás.
Nada de eso... tiraste la piedra, y me dejaste así
con este miedo zonzo, miedo niño a esta bola de nieve
y lunares que se viene, con este enano saltándome en el
esófago, con esta sensación de pies calentitos,
de palabras tejidas para abrigarnos de un invierno demasiado largo
ciruela, 
 un invierno que empezó antes, mucho antes de que
vos me sonrieras por primera vez, 
y quizás por eso este miedo adolescente, 
miedo de perderme otra vez en migo mismo,
miedo de perderte cuando apenas te estoy encontrando, 
cuando apenas nos mordimos el labio, 
cuando sólo fueron unas galletitas y mate amargo, 
y vos sonriendo sin poder mirarme fijo,
haciéndome sentir demasiado importante, 
cuando debería ser yo el que no pueda mirarte, 
el que te dé las gracias sonrojado por haber tirado la piedra, 
 partiendo en mil astillas mi estúpida coraza
de palabras cobardes, arrancándome de cuajo de esta falsa seguridad 
solitaria, de este onanismo intelectual, llenándome de viejos miedos que 
creía extintos, volviéndome un cachorro humano que mueve la cola
esperando que lo dejes entrar  y que lo acaricies ciruela, 
sobretodo que lo acaricies. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario