Van bajando así, como bolitas de naftalina,
quemando el esófago tímidamente,
una manada de palabras constipadas,
chocándose entre si,
irresolutas, yendo y viniendo con ese gusto a naftalina,
a punto de saltar al vació de la lengua,
de ponerle palabra y letra a ese saber sabido de ante mano,
porque la miro y ya sabe, ya sabe lo que no le estoy diciendo,
y entonces esta acidez,
estas ganas de escupir una a una las bolitas de significantes,
de decírselo, de decirle todo lo que ya sé que sabe, lo que sabe que sé.
Y ella que se retuerce, mariposa con sus labios temblando,
entonces le toco la panza porque sé lo que se siente,
una caricia anti acidez,
un intento de digerir este bolo alimenticio que nos consume,
estas ganas ansiosas de decirlo todo de una vez,
de vos sabés que yo también,
y es tan lindo verla dudar, mirándome con sus ojos color silencio,
con su estomago bicho bolita.
Y los dos nos miramos desde un saber epidérmico,
una conversación de piel, de poro y miedo.
Y se nos van cerrando los ojos, y las bolitas de naftalinas
nos dan tregua, el esófago ya no arde tanto,
señal de que la acidez va pasando,
con mi mano en su panza,
con su mirada discurso,
con este amor tan silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario