Sé que no lo elegiste, no
al menos en principio.
Pero sabé que yo tampoco.
Fue por esos azares
consanguíneos,
vos de hermano mayor, yo
de hermano menor.
Entonces la cucheta claro,
vos arriba, yo abajo,
en esa suerte de cama
barco de la calle Los Pinos.
Y es curioso como nunca
quisiste salirte de ahí.
Quiero decir, como toda tu
vida te esforzaste en mantenerte cuidándome del mundo.
Arriba mío, para que todo
te llegara antes por las dudas,
una suerte de paraguas,
para que trajera lo que trajera la lluvia de la vida,
vos lo recibas primero.
Un escudo protector por si
la realidad amenazaba con lastimarme.
Vos siempre arriba mío,
haciendo que todo me doliera menos.
Claro que sé que cuando
tocábamos madera sin pata,
o rezábamos a la par,
no era que vos creyeras
mucho en eso,
simplemente era otro pacto
nuestro,
una complicidad hermana
para hacerme sentir cuidado.
Y como nunca te gustaron
mucho las palabras,
como nunca fuiste de
grandes discursos ni consejos a priori,
te multiplicaste en gestos.
Una cueva de sabanas y
alfombra azul en nuestro cuarto,
el billete entrando
en secreto en mi bolsillo,
el básquet en el patio
cuando las cosas se ponían feas en casa,
un bautismo aéreo a Buenos
Aires,
el chocolate en mi mesita
de luz,
viajes mate y mate a
Bariloche,
un vínculo que trasciende
toda sangre.
Y vos nunca sabrás lo que
se siente tenerte arriba,
cuanta tranquilidad esta
de sentirme por siempre cuidado,
y bien sé que estas
palabras regalo nunca igualaran
tus gestos,
la certeza de saber que
duela lo que tenga que doler el mundo,
o ría lo que tenga que
reír la vida,
vos estarás arriba protegiéndome en
la cucheta diaria,
vos siempre serás mi
escudo,
mi paragolpes cotidiano,
mi hermano mayor
mi amuleto de la suerte.
Feliz Cumpleaños hermano,
toquemos madera sin pata,
Feliz Cumpleaños hermano,
toquemos madera sin pata,
un, dos, tres, ya!
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