Rodolfo tenia 92 años,
y sus últimas palabras
antes de pegarse un tiro fueron:
"este es mi destino".
¿Entendés el horror?
Pegarse un tiro en la cabeza
nunca puede ser el destino de la vejez,
nunca puede ser un destino.
¿Un tiro en la cabeza, entendés?
No hay metáfora posible en esto.
No hay chicana partidaria acá,
se rajó un tiro en la cabeza
en una oficina pública, ¿entendés?
¿No te duele?
¿No te da vergüenza?
¿No te da asco lo que somos?
¿seguís creyendo que sos apolítico?
¿seguís pensando en lógicas binarias,
mientras la gente se mata
o se muere de hambre?
¿Vas a hacer zapping?
¿o vas a hacer un tweet
cínico y canchero
sobre un hombre que
se pegó un tiro en la cabeza
cansado de luchar?.
¿Cuál es el límite ético?
¿Hay alguno?
¿No se te revuelve el estómago?
¿No te invade la angustia?
¿Vas a hacer silencio cómplice otra vez?
¿Vas a decir que todos son lo mismo?
¿Vas a decir que la política no te importa?
¿Te moviliza alguna otra cosa que no sea el
dinero y el rencor?
Se pegó un tiro en la cabeza, ¿entendés?
No hay metáfora.
No hay poesía.
Si hay mucho dolor,
Si mucha angustia,
Si mucha impotencia.
Se pegó un tiro en la cabeza,
diciendo "Este es mi destino".
¿no escuchas las desesperación en ese disparo?
¿No vas a gritar que paren?
¿Entendés la crueldad que nos habita?
Yo no.
jueves, 29 de junio de 2017
miércoles, 28 de junio de 2017
Lo perverso
Lo perverso.
Imagino un par de tipos atrás de una computadora, con sus camisas y sus corbatas, con sus planillas de cálculos, con sus órdenes de eficiencia y eficacia, buscando, como quien juega al buscaminas, nombres de personas para darles de bajas las pensiones por discapacidad.
Intento imaginar como se hará este trabajo, el trabajo de dar de bajas pensiones para personas con incapacidad.
¿Cual habrá sido el criterio? ¿Por tipo de incapacidad? Es decir un porcentaje de incapacitados motores por un lado, otro porcentaje de mentales por otro, viscerales por un acá, auditivos por allá.
¿O usaron un programa como les gusta a los tecnócratas? Cruzaron algunos datos, unos "algoritmos de búsqueda", como les gusta decir, apretaron Enter y zaz!, se dieron ciento ochenta mil pensiones de baja.
Y me imagino una charla después del trabajo, cancheros en un after ofice tomando una cerveza y contándose entre risas:
- "Yo di de baja unos ochocientos Down hoy, había criterios que no cerraban, podes creer que sus papás tenían un auto"
-¿Y yo? Yo di de baja casi mil paralíticos porque tenían algún familiar que ganaban cerca de veinte mil pesos, y todavía quieren pensión!"
Y me gustaría pensar que esto es sólo un ejemplo estúpido, una anécdota grotesca, porque ninguna persona con cierto piso ético seria capaz de algo así.
Pero no. Seguramente no fue así de grotesco, pero atrás de todo esto, atrás de los tipos que apretaron enter hay una ideología que goza con todo esto.
Porque desde hace tiempo ya, no puedo dejar de pensar que la modalidad de gobierno es perversa desde el principio. Como el golpeador arrepentido, que primero pega y lastima y después pide perdón prometiendo que no lo va a hacer nunca más, hasta que días después repite el acto violento.
Así fue con los jubilados y sus remedios, así fue con el "2x1" para los genocidas, así fue con los docentes, así fue con los despidos a los empleados públicos, y así fue con los tarifazos, así son, perversos.
Porque si hay algo que caracteriza a la modalidad perversa es la ausencia de culpa y la renegación como mecanismo defensivo: el famoso "si, pero no", lo hice pero no, la coexistencia de reconocer un hecho pero negar sus consecuencias.
Por eso ahora van a salir a aclarar, a decir que no fue tan así, que si se equivocaron, que van a dar de altas las pensiones que correspondan, que fue un error del sistema. Porque así funcionan
Y no puedo dejar de pensar en el sadismo de todo esto, de ese goce en meterse con los que menos tienen, en el blindaje mediático que intenta instalar el problema de la "inseguridad" mientras se castiga al pobre, al pibe, al viejo, al obrero, y ahora también, como corolario de los siniestro, a las personas con discapacidad.
Y no puedo dejar de pensar en la angustia que todo esto genera, porque nos enojamos, porque gritamos, pero en el fondo estamos angustiados, porque nos gobierna lo perverso, el sádico que después de angustiarnos una vez más se para frente a una cámara con los ojos lleno de lagrimas y promete que no lo va a volver a hacer.
Y lamento desilusionarlos, pero pasaran unos días nomas hasta que nos vuelvan a golpear.
Imagino un par de tipos atrás de una computadora, con sus camisas y sus corbatas, con sus planillas de cálculos, con sus órdenes de eficiencia y eficacia, buscando, como quien juega al buscaminas, nombres de personas para darles de bajas las pensiones por discapacidad.
Intento imaginar como se hará este trabajo, el trabajo de dar de bajas pensiones para personas con incapacidad.
¿Cual habrá sido el criterio? ¿Por tipo de incapacidad? Es decir un porcentaje de incapacitados motores por un lado, otro porcentaje de mentales por otro, viscerales por un acá, auditivos por allá.
¿O usaron un programa como les gusta a los tecnócratas? Cruzaron algunos datos, unos "algoritmos de búsqueda", como les gusta decir, apretaron Enter y zaz!, se dieron ciento ochenta mil pensiones de baja.
Y me imagino una charla después del trabajo, cancheros en un after ofice tomando una cerveza y contándose entre risas:
- "Yo di de baja unos ochocientos Down hoy, había criterios que no cerraban, podes creer que sus papás tenían un auto"
-¿Y yo? Yo di de baja casi mil paralíticos porque tenían algún familiar que ganaban cerca de veinte mil pesos, y todavía quieren pensión!"
Y me gustaría pensar que esto es sólo un ejemplo estúpido, una anécdota grotesca, porque ninguna persona con cierto piso ético seria capaz de algo así.
Pero no. Seguramente no fue así de grotesco, pero atrás de todo esto, atrás de los tipos que apretaron enter hay una ideología que goza con todo esto.
Porque desde hace tiempo ya, no puedo dejar de pensar que la modalidad de gobierno es perversa desde el principio. Como el golpeador arrepentido, que primero pega y lastima y después pide perdón prometiendo que no lo va a hacer nunca más, hasta que días después repite el acto violento.
Así fue con los jubilados y sus remedios, así fue con el "2x1" para los genocidas, así fue con los docentes, así fue con los despidos a los empleados públicos, y así fue con los tarifazos, así son, perversos.
Porque si hay algo que caracteriza a la modalidad perversa es la ausencia de culpa y la renegación como mecanismo defensivo: el famoso "si, pero no", lo hice pero no, la coexistencia de reconocer un hecho pero negar sus consecuencias.
Por eso ahora van a salir a aclarar, a decir que no fue tan así, que si se equivocaron, que van a dar de altas las pensiones que correspondan, que fue un error del sistema. Porque así funcionan
Y no puedo dejar de pensar en el sadismo de todo esto, de ese goce en meterse con los que menos tienen, en el blindaje mediático que intenta instalar el problema de la "inseguridad" mientras se castiga al pobre, al pibe, al viejo, al obrero, y ahora también, como corolario de los siniestro, a las personas con discapacidad.
Y no puedo dejar de pensar en la angustia que todo esto genera, porque nos enojamos, porque gritamos, pero en el fondo estamos angustiados, porque nos gobierna lo perverso, el sádico que después de angustiarnos una vez más se para frente a una cámara con los ojos lleno de lagrimas y promete que no lo va a volver a hacer.
Y lamento desilusionarlos, pero pasaran unos días nomas hasta que nos vuelvan a golpear.
Medicina
"No vayas a faltar al trabajo. Cualquier cosa menos faltar al trabajo. Aunque no duermas en toda la noche por la tos, aunque viajes en tren y en subte contagiando a todos con tus estornudos, no vayas a faltar al trabajo". Ese es la ley primera. Eso es lo que Alicia Stolkiner llama "Presentismo patológico". Hay que ir a trabajar como sea, pues lo importante es producir, siempre producir. No seas vago, cuida el presentismo, cuida el trabajo.
En eso venia pensando mientras volvía en tren a casa. Tapándome con el brazo en cada estornudo, y tosiendo con un poco de culpa porque al lado mío viajaba una mamá con su bebe.
Y si me detengo a mirar, el vagón del tren está lleno de gente como yo. Gente estornudando y tosiendo por todos lados. Entonces pienso que Stolkiner tiene razón, y pienso en Foucault, en Marx, y en todos esos autores incómodos que nos ponen a pensar como sujetos deseantes y no como tentáculos de la maquinaria que necesita sujetos productivos, objetos eficientes y eficaces.
Pero está tan incorporado el mandato, tan internalizado, que si faltamos nos embarga cierta culpa, la sensación de que estamos haciendo las cosas mal, el auto reproche que ya no necesita la mirada externa, porque internamente nos sentimos en falta, porque hay que ir igual, porque hay que hacer como hace Ana, que va siempre a trabajar, incluso enferma, ella que si es un ejemplo.
Y mientras pienso todo esto, voy contando las estaciones para saber cuanto falta para llegar a casa. Porque me duele todo el cuerpo, y tengo ganas de estar en la cama. Porque no tendría que haber ido a trabajar, como me dijiste vos, pero fui igual, porque ya falté la semana pasada por una faringitis, para que no piensen que soy un vago, porque aunque yo tenga la suerte de no perder el presentismo, me da culpa, porque hay que dar el ejemplo, hay que ser como Ana.
Y estornudo otra vez cuando faltan sólo dos estaciones para bajar el tren y caminar las siete cuadras hasta casa, y no puedo evitar sentirme un poco mejor, sentir esa alegría de saber que voy a llegar a nuestra casa, sacarme la ropa, y meterme en la cama.
Y camino con paso cansino esas cuadras que me separan de casa, y cuando miro la hora veo que son las seis recién, que faltan un par de horas para que vos salgas de trabajar, y paso por una farmacia para comprar una tirita de ibuprofeno para los dos, porque vos también andas medio engripada. Y pienso que al final de cuentas no todo está tan mal, que al menos tenemos trabajo, que podemos comprar los remedios que nos hagan falta, que hice bien en ir al trabajo, que quizás me estoy quejando de lleno.
Porque si lo pienso bien, el tren venia repleto de gente pidiendo plata, que cada vez que voy al hospital a trabajar, las guardias están llenas de madres con sus hijos esperando horas y horas un turno, que ahora los supermercados venden huesos de pollo, (y juro que no hay ironía en esto), que hoy camino al trabajo conté siete personas durmiendo en la calle, que es cínico y perverso pero que soy un privilegiado, que la maquinaria es grande y nos aplasta, pero que hice bien en ir a trabajar enfermo, que eso nos enseñaron, que está bien así, está naturalizado, que así funciona la estúpida moral de época.
Y llego a casa con la tos que no para, y me tomo el ibuprofeno, pensando tal vez no soy yo el que está enfermo, que es el mundo el enfermo, que es absurdo que aceptemos todo esto. Y una vez adentro de la cama miro otra vez el reloj para ver cuanta falta para que llegues vos. Vos que me dijiste que no fuera a trabajar así, vos que te apuras al salir de tu trabajo para venir a cuidarme a casa. Y no puedo dejar de sentir una alegría egoísta entre tanta tristeza. Si, no puedo evitar sentir la alegría de saber que te tengo a vos pese a todo, vos y tu abrazo medicina que me salva, de tanta miseria organizada.
domingo, 18 de junio de 2017
El fútbol es una excusa, viejo.
A algunos les parece raro, pero yo soy hincha de dos equipos. Es que en el interior suele ser así, uno es hincha del equipo de su pueblo, equipo al que vamos a ver a la cancha que suele quedar cerca, y de un equipo de Buenos Aires, que por lo general miramos por tele.
Así que yo soy hincha de Cipolletti y de Racing. Si, soy de Cipo y Racing como mi papá.
Y lo curioso es que ahora que vivo en Buenos Aires, cerquita de Avellaneda, no me gusta ir muy seguido a la cancha. Eso un poco les llama la atención a mi familia, me reprochan que ahora que estoy tan cerca, no aproveche para ir más seguido.
Pero que sé yo, como que no me gusta mucho eso de ir solo a la cancha.
Será que algo adentro mío está acostumbrado a ir a la cancha con mi viejo. Quiero decir, desde que tengo memoria siempre fui a la cancha con él.
Recuerdo por ejemplo que cuando era chico, los domingos íbamos a comer tallarines en la casa de mi abuela que vivía cerca del club. Entonces después de comer, el ritual era ir caminando juntos esas cuadras que separaban la cancha de la casa de mi abuela. Siempre caminando con mi viejo y con mi hermano mayor.
Después mi hermano mayor dejó de ir, y yo seguí yendo con mi viejo y algunos amigos de la adolescencia, y años más tarde, se sumaria al ritual mi hermano menor.
Y a mi siempre me llamó la atención que a mi viejo lo saludara tanta gente cuando entrabamos a la cancha. Ir a la popular y escuchar el grito de "Gallego" desde distintos lados de la tribuna, casi siempre saludándolo con alguna chicana futbolera sobre Racing, y el retrucando el chiste con una sonrisa.
Y hoy que es domingo, y no estoy con mi viejo preparándome para ir a ver a Cipo, empiezo a entender los motivos de porqué desde que estoy acá no me gusta ir a la cancha.
Es que toda mi relación con el fútbol, todas mis alegrías y mis tristezas, tuvieron siempre a mi viejo como testigo y compañero.
Y me atrevo a decir, que en el fondo para mi el fútbol no es más que una excusa. Si, eso una excusa, una coartada, un vehículo para estar cerca de mi viejo. Una manera lúdica y pasional que nos hizo, nos hace, cómplices.
Por eso me gusta cuando mi viejo me manda un mensaje o me llama por teléfono contándome de las ultimas novedades del Club. En el fondo sé que esa es su manera de saber como estoy. De saber si estoy bien en Buenos Aires, si me hace falta algo.
Si, ahora comprendo que quizás por eso no me gusta ir a la cancha ahora que estoy lejos.
Me siento raro cuando entro y no escucho que gritan "Gallego" desde la tribuna, no verte fumar un cigarrillo tras otro cuando la pelota no entra, no escuchar alguna de tus puteadas poéticas que despiertan la carcajada de los que estamos cerca, y sobretodo extraño gritar un gol y no tener tu abrazo viejo.
Porque quizás al final uno es hincha de los que ama, y yo más que de Cipo o Racing, yo soy hincha tuyo, viejo. Yo soy el hijo del gallego, soy hijo del tipo que todos saludan desde la tribuna, el que siempre tiene un chiste a mano y del cual tengo la ilusión de heredar, además de sus colores, alguno de sus gestos.
Y pienso que al fin de cuentas para eso deben servir las pasiones, para compartirlas con los que son parte de uno.
Por lo menos para eso me sirve a mi el fútbol, para abrazarme en las buenas y en las malas con vos viejo, para abrazarme con el gallego, el tipo que me enseñó, que el fútbol como la vida, se disfruta con los que uno ama.
Así que yo soy hincha de Cipolletti y de Racing. Si, soy de Cipo y Racing como mi papá.
Y lo curioso es que ahora que vivo en Buenos Aires, cerquita de Avellaneda, no me gusta ir muy seguido a la cancha. Eso un poco les llama la atención a mi familia, me reprochan que ahora que estoy tan cerca, no aproveche para ir más seguido.
Pero que sé yo, como que no me gusta mucho eso de ir solo a la cancha.
Será que algo adentro mío está acostumbrado a ir a la cancha con mi viejo. Quiero decir, desde que tengo memoria siempre fui a la cancha con él.
Recuerdo por ejemplo que cuando era chico, los domingos íbamos a comer tallarines en la casa de mi abuela que vivía cerca del club. Entonces después de comer, el ritual era ir caminando juntos esas cuadras que separaban la cancha de la casa de mi abuela. Siempre caminando con mi viejo y con mi hermano mayor.
Después mi hermano mayor dejó de ir, y yo seguí yendo con mi viejo y algunos amigos de la adolescencia, y años más tarde, se sumaria al ritual mi hermano menor.
Y a mi siempre me llamó la atención que a mi viejo lo saludara tanta gente cuando entrabamos a la cancha. Ir a la popular y escuchar el grito de "Gallego" desde distintos lados de la tribuna, casi siempre saludándolo con alguna chicana futbolera sobre Racing, y el retrucando el chiste con una sonrisa.
Y hoy que es domingo, y no estoy con mi viejo preparándome para ir a ver a Cipo, empiezo a entender los motivos de porqué desde que estoy acá no me gusta ir a la cancha.
Es que toda mi relación con el fútbol, todas mis alegrías y mis tristezas, tuvieron siempre a mi viejo como testigo y compañero.
Y me atrevo a decir, que en el fondo para mi el fútbol no es más que una excusa. Si, eso una excusa, una coartada, un vehículo para estar cerca de mi viejo. Una manera lúdica y pasional que nos hizo, nos hace, cómplices.
Por eso me gusta cuando mi viejo me manda un mensaje o me llama por teléfono contándome de las ultimas novedades del Club. En el fondo sé que esa es su manera de saber como estoy. De saber si estoy bien en Buenos Aires, si me hace falta algo.
Si, ahora comprendo que quizás por eso no me gusta ir a la cancha ahora que estoy lejos.
Me siento raro cuando entro y no escucho que gritan "Gallego" desde la tribuna, no verte fumar un cigarrillo tras otro cuando la pelota no entra, no escuchar alguna de tus puteadas poéticas que despiertan la carcajada de los que estamos cerca, y sobretodo extraño gritar un gol y no tener tu abrazo viejo.
Porque quizás al final uno es hincha de los que ama, y yo más que de Cipo o Racing, yo soy hincha tuyo, viejo. Yo soy el hijo del gallego, soy hijo del tipo que todos saludan desde la tribuna, el que siempre tiene un chiste a mano y del cual tengo la ilusión de heredar, además de sus colores, alguno de sus gestos.
Y pienso que al fin de cuentas para eso deben servir las pasiones, para compartirlas con los que son parte de uno.
Por lo menos para eso me sirve a mi el fútbol, para abrazarme en las buenas y en las malas con vos viejo, para abrazarme con el gallego, el tipo que me enseñó, que el fútbol como la vida, se disfruta con los que uno ama.
lunes, 12 de junio de 2017
Higui
Hace unos meses tuve que buscar la noticia de quien era Higui y así pude enterarme como estaba presa por defenderse cuando diez tipos la quisieron violar, mientras le decían que la iban a "hacer sentir mujer, lesbiana de mierda" y enterarme como defendiéndose mató de una puñalada en el pecho a uno de los diez tipos que querían violarla.
Y tuve que buscar en las redes para averiguar quien era Higui porque en la tele no salía nada. Ahí me enteré que Higui es mujer, es pobre, y es lesbiana, todas figuras de la alteridad negada. También me enteré que Higui en realidad se llama Eva, pero le dicen Higui porque le gustar jugar al fútbol y le gusta atajar, como Higuita, el arquero Colombiano que invento el escorpión, esa famosa atajada.
Claro que de todo esto me enteré por las noticias que compartían mis amigxs en las redes, es que en la tele no salía nada, es que capaz el intento de violación de una mujer pobre y lesbiana no garpa ni da rating, y seguros están preocupados por el Bailando de Marcelo que ya va por su centésima temporada.
Y hoy de pronto después de tantos meses, mi muro esta inundado con la noticia de que Higui quedó en libertad (al menos hasta el juicio). Y mis amigxs, las que desde el principio fueron parte de la lucha, festejan, celebran, comparten otra vez su foto, cuentan de sus lágrimas, de su emoción, y se hermanan.
Y yo, machito heterosexual, blanco y clase media que fui viendo todo el proceso por las redes, (o en los medios alternativos, porque como ya les dije, en la tele nunca salía nada), que veía como pedían libertad en cada marcha a las que tampoco fui porque siento que no es momento de ser centro, sino de aguantar la periferia (aunque algunos amigxs se enojen por esto), yo que compartí alguna que otra noticia de esas que compartían mis amigas en las redes pidiendo la libertad de Higui, yo siento una alegría profunda, de esas alegrías que abren un poco el horizonte en estos días de odio, una alegría que convive con un poco de vergüenza, como queriendo no meterme del todo en un festejo que no me merece pero comparto.
Porque hace meses vengo viendo amigxs pidiendo su liberación en las redes, amigxs poniendo el nombre de Higui en su foto de perfil, amigxs pidiendo su libertad en todas las marchas.
Y hoy que Higui quedó libre, hoy que mi muro está inundado por la alegría de las que pelearon desde el principio por su libertad, hoy que este sistema jurídico hipócrita y patriarcal tuvo que retroceder ante la organización de tantas y tantas mujeres que no paran de juntarse para subvertir esta moralidad perversa, imponiendo cuerpo a cuerpo un nuevo orden ético pese a que todavía las matamos a diario, pese a que deban soportar la misoginia de aquellos que las llaman feminazis, (quizás temerosos de lo se viene), hoy que Higui quedó libre y se podrá abrazar con todas las que por ella marcharon, con su cuerpo de mujer pobre y lesbiana, un cuerpo cargado con siglos y siglos de violencia naturalizada, hoy que cuando Higui termine de llorar y abrazarse, se podrá poner los guantes y atajar en un picado con las pibas, hoy la justicia es un poco menos ciega.
Y hoy escribo todo esto porque la alegría es también una forma de la resistencia, y porque siento que hoy la puñalada de Higui es la puñalada de tantas y tantas que luchan para no vivir con el miedo cotidiano de ser violadas, empaladas, o asesinadas, una puñalada directo al corazón de este sistema clasista y macho, que por un momento fue vencido por la sororidad de las que lograron que Higui este libre finalmente, aunque no salga en la tele, aunque apenas salga en los diarios, aunque a muchos les indigne la puñalada mortal de una mujer que no dejó que la violaran, aunque a muchos les duela la libertad de una mujer pobre y lesbiana.
Y tuve que buscar en las redes para averiguar quien era Higui porque en la tele no salía nada. Ahí me enteré que Higui es mujer, es pobre, y es lesbiana, todas figuras de la alteridad negada. También me enteré que Higui en realidad se llama Eva, pero le dicen Higui porque le gustar jugar al fútbol y le gusta atajar, como Higuita, el arquero Colombiano que invento el escorpión, esa famosa atajada.
Claro que de todo esto me enteré por las noticias que compartían mis amigxs en las redes, es que en la tele no salía nada, es que capaz el intento de violación de una mujer pobre y lesbiana no garpa ni da rating, y seguros están preocupados por el Bailando de Marcelo que ya va por su centésima temporada.
Y hoy de pronto después de tantos meses, mi muro esta inundado con la noticia de que Higui quedó en libertad (al menos hasta el juicio). Y mis amigxs, las que desde el principio fueron parte de la lucha, festejan, celebran, comparten otra vez su foto, cuentan de sus lágrimas, de su emoción, y se hermanan.
Y yo, machito heterosexual, blanco y clase media que fui viendo todo el proceso por las redes, (o en los medios alternativos, porque como ya les dije, en la tele nunca salía nada), que veía como pedían libertad en cada marcha a las que tampoco fui porque siento que no es momento de ser centro, sino de aguantar la periferia (aunque algunos amigxs se enojen por esto), yo que compartí alguna que otra noticia de esas que compartían mis amigas en las redes pidiendo la libertad de Higui, yo siento una alegría profunda, de esas alegrías que abren un poco el horizonte en estos días de odio, una alegría que convive con un poco de vergüenza, como queriendo no meterme del todo en un festejo que no me merece pero comparto.
Porque hace meses vengo viendo amigxs pidiendo su liberación en las redes, amigxs poniendo el nombre de Higui en su foto de perfil, amigxs pidiendo su libertad en todas las marchas.
Y hoy que Higui quedó libre, hoy que mi muro está inundado por la alegría de las que pelearon desde el principio por su libertad, hoy que este sistema jurídico hipócrita y patriarcal tuvo que retroceder ante la organización de tantas y tantas mujeres que no paran de juntarse para subvertir esta moralidad perversa, imponiendo cuerpo a cuerpo un nuevo orden ético pese a que todavía las matamos a diario, pese a que deban soportar la misoginia de aquellos que las llaman feminazis, (quizás temerosos de lo se viene), hoy que Higui quedó libre y se podrá abrazar con todas las que por ella marcharon, con su cuerpo de mujer pobre y lesbiana, un cuerpo cargado con siglos y siglos de violencia naturalizada, hoy que cuando Higui termine de llorar y abrazarse, se podrá poner los guantes y atajar en un picado con las pibas, hoy la justicia es un poco menos ciega.
Y hoy escribo todo esto porque la alegría es también una forma de la resistencia, y porque siento que hoy la puñalada de Higui es la puñalada de tantas y tantas que luchan para no vivir con el miedo cotidiano de ser violadas, empaladas, o asesinadas, una puñalada directo al corazón de este sistema clasista y macho, que por un momento fue vencido por la sororidad de las que lograron que Higui este libre finalmente, aunque no salga en la tele, aunque apenas salga en los diarios, aunque a muchos les indigne la puñalada mortal de una mujer que no dejó que la violaran, aunque a muchos les duela la libertad de una mujer pobre y lesbiana.
Matias de Rioja
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