miércoles, 30 de octubre de 2019

insignificante

A veces me traiciona cierto reflejo del ego.
Un mecanismo pedante para
mostrarme mejor de lo que soy 
y entonces me descubro
defendiendo una idea con dureza,
con la violencia de quién
tiene algo importante para decir.

Y cuando caigo en esto,
cuando me tomo demasiado en serio,
me invade la vergüenza.

Porque no es cierto que sean tan valiosos
mis pensamientos,
no hay tal profundidad en mis
reflexiones,
no son tan originales mis ideas.
Justo yo,
que apenas soy un débil eco
de otras voces.

Acaso entonces haya que
asumirse insignificantes,
sabernos prescindibles,
reconocer que no hay verdad que nos soporte
y que nuestra voz se diluye como cualquiera. 

Quiero decir,
tal vez imponer nuestras verdades
con prepotencia,
sea una de las formas del miedo.
Y asumir que quizás 
nunca se trata de lo que
tenemos para decir,
sino de todo
lo que sabemos escuchar.

















martes, 22 de octubre de 2019

escuchar

Me contaste de cómo todavía te dolía,
Que no podías escuchar su nombre 
porque te daban ganas de llorar,
y que los domingos se te hacían insoportables.
Yo te agarré las manos.

Después me dijiste que te preocupaba
la salud de tu mamá,
me mostraste fotos de tu sobrino,
y me dijiste que no sabias si algún día
ibas a querer tener un hijo.
Yo te cebé otro mate.

Más animada me contaste de las dudas
con tu oficio,
de la posibilidad de estudiar otra cosa,
de un libro que te partió la cabeza,
y me preguntaste si conocía al autor .
Yo negué con la cabeza.

Al final dijiste que a veces sentías
que tu rutina era una cárcel,
que quizás era hora de hacerte cargo de tu deseo,
y de tus ganas de viajar.
Yo te ofrecí la última galletita.

Antes de irte me recomendaste una serie, 
me robaste un libro, 
y sonriendo me dijiste:
"Me hace muy bien hablar con vos".
Nos dimos un abrazo.

Cuando te fuiste sentí
un pequeño orgullo .
Me di cuenta que estoy aprendiendo 
a escuchar mejor.

EL retorno de lo reprimido

Lo reprimido retorna. Eso lo sabe cualquiera que leyó un poco de psicoanálisis. Por más que a la conciencia no le guste, esos contenidos que fueron expulsados de la conciencia, insisten una y otra vez en volver. Tienden a reaparecer.
Mi atrevo a trazar un paralelismo (precario) entre este mecanismo y lo que lo que está pasando en Chile hoy.
En 1973 la dictadura de Pinochet derrocó (y asesinó) al presidente Salvador Allende e impuso un modelo político y económico basado en la represión policial, el terror y la concentración de riquezas por parte de unos pocos y las postergación (expulsión) de la mayoría. Pero ese sueño de un país más justo que proponía el socialismo de Allende y que fue reprimido hace más de cuarenta años, siguió latiendo en el inconsciente del pueblo chileno hasta hacerse manifiesto por estos días. (como un síntoma)
Quiero decir, la forma de defensa que utilizó la derecha Chilena para garantizar su statu quo todo este tiempo está fallando. Piñera, (representante actual de un modo de represión que instaló Pinochet), deberá negociar con los jóvenes, las organizaciones, los sindicatos y todos aquellos representantes de lo reprimido, de otro modo. Parece que ya no alcanza con los militares, el terror, los asesinatos y las violaciones. Eso ya no alcanza para contener a esa pulsión vital y popular que busca hacerse consciente después de más de cuarenta años de opresión.
Quizás la renuncia de Piñera sea una manera de empezar a sanear una democracia chilena que a naturalizado la represión más perversa -por ende sin culpa- como forma de gobierno.
Darle así, de una vez por todas, la posibilidad al pueblo Chileno de reorganizarse de un modo más equitativo, más amoroso, más sano y por ende, más justo.

martes, 8 de octubre de 2019

amor

Vos no sabés qué es el amor,
dijiste y te fuiste esquiva.
Te vi irte y me temblaron
las palabras. 

Pensé que yo no sabía muchas cosas:
Ignoro si el sol sale por el Este o el Oeste,
sigo confundiendo el transformador con el compás,
desconozco el símbolo del Rutenio,
y cómo se cambia la pila de un reloj .

Del amor apenas sé lo que me pasa:
la cabeza se vuelve una nube,
el tiempo no me pertenece,
suspiro buscando oxígeno,
el corazón hace el ruido de un motor,
y la ansiedad es una roca en el medio
de mi panza. 

Por eso,
cuando recuerdo
que usaste el desdén
para decirme adiós,
pienso que quizás
tenías razón.

Del amor yo no sé nada.
Solo esa potencia extraña
que me habita
y me devuelve a la infancia.
A ese niño vacilante
que espía entre los juncos,
con la esperanza urgente
de volverla a ver. 






lunes, 7 de octubre de 2019

Mc donalds

Salgo del trabajo con hambre. Camino por Corrientes hasta el obelisco y en el camino me topo con una fila de casi una cuadra. Pienso que esperaban a algún famoso, pero no. Una chica me dice que buscan cajero en una farmacia, que hacen cola desde la seis de la mañana. Me meto en el Mc donalds de 9 de Julio y Corrientes. Antes de entrar esquivo a una mamá con dos chicos pidiendo monedas. Pido el combo del día: una Big Mac. Me siento contra una ventana mirando hacia afuera. Una columna de gente con carteles de Barrios de Pie viene caminando por 9 de Julio y amenaza con cortar la calle. La Policía hace una barrera para evitarlo. Pienso que tendré que apurarme o no voy a poder tomar el colectivo. Chequeo Instagram un rato y me llegan unas ofertas de Despegar para ir a Rio de Janeiro. El pasaje sale el triple que lo que pagué hace dos años. Un señor de traje que come lo que supongo es una McNifica, mira fijo para fuera a la gente que a esta altura ya corta el metrobus. Me mira y dice: "Negros de mierda". Me quedo callado mientras termino mis papas. Un nene vendiendo medias me pide si le puedo comprar algo de comer. El seguridad se acerca y lo saca del local apresuradamente. Reviso mi billetera. Me quedaban cien pesos y tengo que cargar la Sube. La tengo en menos cuarenta pesos. Salgo del local y cruzo entre el medio de manifestación. Me llama la atención una señora amamantando a dos nenes a la vez. Cargo cincuenta pesos en la Sube y voy hasta la parada del 17. La cola es larga y no sabemos si el colectivo podrá pasar. Una chica delante mío se saca una selfie con el obelisco y la gente detrás. Después manda un audio: "Acá con los grone de fondo". Miró mi celular; poca batería. Un señor se acerca y tímidamente me pide diez pesos para cargar la sube. Busco unas monedas en mi bolsillo, no llego a los cinco pesos. Saco el billete de cincuenta y se lo doy. Me agradece con una sonrisa; yo siento vergüenza. Saco el libro de la mochila justo cuando llega el colectivo.
Subimos. Quedo apretado contra la puerta. El colectivero espero una orden de la policía y pasa lentamente por el medio de la marcha. Una mujer policía golpea con la cachiporra a una de las manifestantes. Un nene llora a su lado. Leo algunos de los carteles. Me detengo en uno que dice: "El hambre es violencia". Finalmente pasamos y la señora que estaba sentada en la primera fila dice al aire: "Vayan a trabajar vagos de mierda". Una piba a su lado le dice que es gente que tiene hambre y se arma una discusión. Yo quiero meterme, pero me quedo callado cobardemente. Intento abrir el libro pero el bondi está demasiado lleno. Espero hasta Constitución donde siempre baja mucha gente. Logro acomodarme en el medio del colectivo apoyado contra la barra para discapacitados y sacar el libro. Un señor mayor pide permiso al colectivero y comienza a relatar que PAMI ya no le cubre la medicación, si podemos ayudarlo con una moneda. Me escondo en el libro. Llegando a Avellaneda otro corte. Empleados de una fábrica cortando el acceso. Después me entero que eran de la fábrica de Heladeras Siam. Despidieron ochenta trabajadores. Logramos pasar a los veinte minutos. Llegando a casa recuerdo que no me queda alimento para las gatas. Entro al pet shop a la vuelta de casa. El alimento que compraba siempre volvió a aumentar asi que compro el más barato. Salgo y en la carnicería de la esquina hay cola. Me acerco. El kilo de milanesas está en oferta me dice una vecina. Entro a casa, y veo una factura de luz. La dejo sobre la mesa. Le doy de comer a las gatas y pongo el agua para el mate. Casi no queda yerba. Rescato un culito que me quedaba en una lata. Prendo el tele y abro la factura. Cinco mil pesos de luz. Pienso que voy a tener que postergar la compra de un par de libros. Saco la pava del fuego y me cebo un mate. En el noticioso dicen que hay cuatro millones de pobres nuevos. Pienso que Uruguay tiene tres millones y medio de habitantes. Cambio de canal: El presidente dice que si se puede.
Súbitamente siento un revuelto en la panza, corro hasta el baño y vomito la Big Mac. Vuelvo a sentarme con la pava y el mate. Una de las gatas se me sube a upa. Me largo a llorar.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Tristeza

No estés triste dijiste
mientras mirabas el reloj.
Quizás más adelante,
con el correr de los días,
quién sabe... insistías.

Yo no, pensé.
Yo no sé,
yo no entiendo,
si ayer nomás vos decías
que...
pero cuando miré
ya estabas en otro lado.

¿Que no esté triste?
¿En serio?
¿Ni siquiera ese derecho me asiste?

Porque probablemente yo no quise
ver,
fui un necio,
y hacía un tiempo que...
¿Pero ni la tristeza me dejás?

¿Qué hago entonces con este dolor
cachorro mordiéndome la panza?
¿Con el peso insoportable en
los hombros?
¿Con mis manos buscándote
torpemente en la oscuridad?

Quiero decir,
la tristeza es un sentimiento
digno.
Acaso el único.
Por eso voy a repetir las estúpidas canciones,
los rituales bobos,
la ropa sucia,
tenerme lástima unos días,
claro que voy a ser un cliché.

No te vas a llevar eso también.
Porque valió la pena,
aunque sea una contradicción,
lo valimos
y no hay angustia que lo niegue todo.

Por eso voy a hundirme en mi tristeza
todo lo que necesite,
seré un moco espantoso,
voy a exprimir cada recuerdo
exageradamente
hasta que ya no duelas.

Será un homenaje justo.
Una tristeza a la altura del
amor que detuviste,
el amor que ya no es.