No estés triste dijiste
mientras mirabas el reloj.
Quizás más adelante,
con el correr de los días,
quién sabe... insistías.
Yo no, pensé.
Yo no sé,
yo no entiendo,
si ayer nomás vos decías
que...
pero cuando miré
ya estabas en otro lado.
¿Que no esté triste?
¿En serio?
¿Ni siquiera ese derecho me asiste?
Porque probablemente yo no quise
ver,
fui un necio,
y hacía un tiempo que...
¿Pero ni la tristeza me dejás?
¿Qué hago entonces con este dolor
cachorro mordiéndome la panza?
¿Con el peso insoportable en
los hombros?
¿Con mis manos buscándote
torpemente en la oscuridad?
Quiero decir,
la tristeza es un sentimiento
digno.
Acaso el único.
Por eso voy a repetir las estúpidas canciones,
los rituales bobos,
la ropa sucia,
tenerme lástima unos días,
claro que voy a ser un cliché.
No te vas a llevar eso también.
Porque valió la pena,
aunque sea una contradicción,
lo valimos
y no hay angustia que lo niegue todo.
Por eso voy a hundirme en mi tristeza
todo lo que necesite,
seré un moco espantoso,
voy a exprimir cada recuerdo
exageradamente
hasta que ya no duelas.
Será un homenaje justo.
Una tristeza a la altura del
amor que detuviste,
el amor que ya no es.
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