jueves, 26 de diciembre de 2019

Días leves

Cuando buceo en nuestra historia,
cuando fuerzo ese ejercicio de pensarnos
como si el tiempo fuera un álbum de fotos,
me doy cuenta de un gesto que se repite.

Un gesto ingenuo, lo sé.
Podría ser cualquier otro.
La perplejidad con la que mirás el mar,
la forma en que le hablás a las gatas,
o cómo se te nubla la vista cuando recordás a una tía.

Tampoco es tu forma de burlar mis obsesiones,
tu sutileza para sacarme de mis dudas,
la paciencia de soportar mis contradicciones,
la precisión de tus silencios,
ni el reflejo idiota que me brota cuando te veo. 

Si tuviera que elegir uno,
si la vida fuera ese barco que se hunde 
y sólo pudiera elegir un gesto,
tan sólo uno,
no sería tan difícil.

Yo me quedo con la forma
en que reímos juntos.

El gesto que lo resume todo.
La dicha de saber que,
en la intemperie de los días,
la tristeza es menos triste juntos 
y la risa,
la risa es el combustible
amoroso más hondo.
La forma que encontró
el amor para hacernos los días leves. 















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